Esa es la idea que los economistas y medios liberales, y muchos ciudadanos convencidos por aquellos, están haciendo circular como parte de una estrategia para justificar las duras reformas neoliberales que se están aplicando actualmente. El objetivo es, ni más ni menos, intentar dilapidar lo que queda de «conciencia de clase» en la clase trabajadora europea. Exactamente lo mismo que estamos viendo en España cuando Zapatero pide a los funcionarios solidaridad con los parados y los empresarios, y exactamente lo que ocurre cuando los trabajadores cuestionan los «altos salarios de los funcionarios».

Dicen que los griegos han vivido por encima de sus posibilidades gracias al dinero europeo, a las trampas contables de su gobierno electo y a la financiación de los inversores financieros; dicen que las pensiones son exageradamente altas y que tras cumplir los cincuenta y pocos años los griegos ya se jubilan para vivir la vida alegremente; dicen que trabajan poco, que cobran mucho y que su baja productividad tiene que crecer basándose en menores salarios y más trabajo; dicen, al fin y al cabo, lo mismo que dicen del pueblo español. Pero, ¿Qué hay de verdad en todo est0?

En la siguiente gráfica tenemos la primera respuesta. Se trata de las horas trabajadas en 2008 por los diferentes países de la OCDE, y algunos blogeros no han hecho sino recalcar la enorme diferencia que existe entre Grecia y Alemania, país este al que se compara habitualmente todo el mundo en cuanto a disciplina y seriedad en el trabajo. Los griegos son los trabajadores que más horas dedican, sólo por debajo de Corea del Sur, en toda la OCDE.

Pero en este otro artículo también encontramos otros datos, extraídos de Eurostat, más que interesantes. Así, los griegos trabajan 42 horas semanales, mientras que el promedio en la zona euro es de 40 horas. Y ello con datos oficiales, es decir, sin contar la enorme economía informal que opera en el fondo de la economía griega y que supone, como en España, un ingente número de horas extras no contabilizadas (y muchas veces no pagadas gracias al famoso recurso de la coacción: «tienes que demostrarme que tienes interés en trabajar aquí o tendremos que llamar a otro, que hay muchos como tú»; el ejército industrial de reserva, que diría Marx).

Los trabajadores griegos cobran, en la empresa privada, unos 803 euros mensuales, muy lejos de los 1300 que se cobran en Irlanda o los 1400 de los Países Bajos. Por otro lado, en Grecia un 22’3% son funcionarios, mientras que en Francia esa cifra es del 30%, en Suecia el 34% y en los Países Bajos el 27%.

He elaborado una gráfica, con los datos obtenidos de AMECO (Comisión Europea), para representar la evolución de la parte de la renta que corresponde a los salarios en Grecia. Como podemos apreciar, la tendencia es exactamente la misma que en el resto de los países desarrollados, esto es, un descenso intenso en la participación de los salarios en la renta y un, lógicamente, incremento del peso de los beneficios empresariales. Ya hablamos del caso de España aquí.

Los griegos se jubilan de media a los 61’4 años, sólo tres décimas más que en la media de la Unión Europea, donde se jubilan a los 61,1 años de media. Y cobran de media 750 euros al mes de pensión, mientras que en España son 950 euros y en los Países Bajos de 3200 euros. Y eso, como recuerda el artículo del que obtenemos estos datos, sin tener presente que todavía no se han aplicado las reformas neoliberales recientemente anunciadas y que afectan radicalmente a las pensiones griegas. El mismo artículo también destaca los altos precios de los productos básicos en comparación con el resto de países europeos (el cartón de cereales es el doble de caro allí que en el Reino Unido, por ejemplo).

A todos estos datos habría que sumar lo que ya hemos dicho sobre la economía informal, pero también sobre las prácticas empresariales de amenaza de deslocalización y las externalizaciones del trabajo. Estas últimas, un fenómeno muy habitual en las últimas décadas, lleva a muchos trabajadores a convertirse en autónomos para poder trabajar al servicio de las grandes empresas. De esta forma, las empresas están a salvo de sindicatos, de costes añadidos y de responsabilidades sociales pues, al fin y al cabo, se trata de contratos horizontales y no verticales.

En todo caso, esta estrategia de difamación tiene como objetivo, como comentaba al inicio, hacer creer a la ciudadanía del resto de europa que el ajuste estructural es necesario porque es respuesta a los excesos de los griegos. Nada más lejos de la realidad. El ajuste tiene beneficiarios y perjudicados, como también lo tuvieron los años de bonanza. El problema es que en ambas situaciones (bonanza y ajuste) los perjudicados han sido los mismos.