En enero de 1953 Alemania occidental tenía una deuda de 38.800 millones de marcos. En marzo la deuda se había reducido hasta los 15.500 millones, un 62% menos. En febrero se produjo una reestructuración de la deuda. Los principales países acreedores, que eran Estados Unidos, Francia y Reino Unido, decidieron que para que Alemania pudiera recuperarse debía aligerar su deuda. Aprendieron de los errores en la gestión de las consecuencias de la I Guerra Mundial. Y así pactaron perdonar la mayor parte de la deuda y ayudar a Alemania de muchas otras formas.

Uno de esos países acreedores era Grecia. La historia es caprichosa. Hoy una parte mayoritaria del pueblo griego quiere liberarse de una camisa de fuerzas que le impide salir adelante: la deuda contraída por gobernantes corruptos y que ha enriquecido a los bancos de toda Europa. Y Alemania, o más bien sus bancos, combaten esa posibilidad. Prefieren un pueblo esclavo y pobre, y a unos bancos ricos. No cabe duda: el capital financiero es el cáncer de Europa.