«Equilibrio Social» es el blog de Kantor, un tipo al que aprecio mucho a pesar de que no comparto prácticamente nada de su forma de ver la economía. Es un economista que según mi impresión ha sido referencia de tanto Citoyen como Egocrata, a quienes en este blog se conoce más por el cruce regular de debates y acusaciones.

Pues bien, ayer cuando escribí la segunda parte de «Competitividad, salarios y productividad» y averiguamos que el incremento del coste laboral unitario no se debe a la subida de salarios sino a la subida de precios (empujada por el crecimiento de los márgenes de beneficios empresariales), se lo presenté a Egocrata. Y él me dirigió a un post de Kantor en el cual se argumentaba que el coste de la crisis lo estaban pagando los empresarios y no los trabajadores.

Kantor en su post concluye que «tendremos que abaratar nuestros costes por el sencillo medio de ajustar oferta y demanda mediante flexibilidad en precios» y que «no se trata de ‘reforma laboral’ o ‘reducción de salarios’; se trata de ‘reforma laboral para que se reduzcan los salarios’. Si no es eso, no funcionará«.

El citado post ya lo había visto antes, precisamente porque suele ser citado tanto por Egocrata como por Citoyen para justificar la supuesta necesidad de rebajar los salarios. Pero no ha sido hasta ahora cuando me he detenido a ver cómo construye Kantor su argumento y cuáles son sus (importantes) debilidades.

Kantor usa los datos de la Central de Balances del Banco de España (nosotros ayer usamos los datos de la Comisión Europea, aunque con la OCDE me dio lo mismo). Ahí tenemos el primer problema, aunque de índole menor, ya que la Central de Balances es una base de datos con información muy completa pero solamente para un conjunto reducido (en torno al 33%) de empresas no-financieras de la economía española. Por lo tanto, habrá sesgo.

Kantor emplea los mismos procedimientos que nosotros ayer. La renta se puede dividir en dos partes: participación salarial (wage share) y participación de los beneficios (profit share). Utilizando el Valor Añadido Bruto como renta se puede dividir entre Remuneración de Asalariados y Excedente Bruto de Explotación, que él llama rentas del trabajo y rentas del capital.

Excedente Bruto Explotación = Valor Añadido Bruto + Subvenciones – Impuestos – Remuneración Salarios

Valor Añadido Bruto (al coste de factores) = Excedente Bruto Explotación + Remuneración Salarios

Kantor analiza sólo los años de la crisis, 2008 y 2009, para concluir que el valor añadido cae en esa época y que es absorbido totalmente por los beneficios empresariales, ya que los salarios crecen. Lo que Kantor nos está diciendo es que los salarios no son flexibles y que no están asociados al ritmo de la producción, por eso cuando ésta baja los salarios no lo hacen y sí los beneficios. El problema es que Kantor se olvida decir, porque en realidad no es su objetivo, que ocurre lo mismo cuando la producción aumenta. Es decir, que cuando la riqueza se incrementa los que absorben en mayor medida esa riqueza son los beneficios. Para eso en vez de comenzar la serie en 2008 podemos comenzarla desde que hay datos, en 1984.

Vemos que la producción (de las empresas de la muestra) se ha ralentizado en varias ocasiones a lo largo de la historia, pero sólo a partir de esta última crisis ha caído de forma efectiva. Tal y como decía Kantor, esta crisis ha provocado que en 2008 y 2009 el valor añadido se desplome (-2’7% en 2008 y -7’6% en 2009).

Lo que podemos comprobar en el siguiente gráfico es que los beneficios empresariales crecen más deprisa que los salarios en épocas de bonanza, y que en épocas de crisis caen por debajo. Coger la última parte del gráfico (2008-2009) como hace Kantor da una imagen sesgadísima de la realidad. Más que nada porque desde 1994 hasta la reciente crisis y con excepción de un único año, siempre han crecido más rápido los beneficios empresariales que los salarios.

¿Es normal que los salarios sean más inflexibles que los beneficios empresariales? Pues dado el sistema de negociación colectiva actual sí. Los salarios se negocian y son en ese sentido una cantidad cierta, mientras que los beneficios dependen de la actividad económica y son inciertos. En épocas de baja rentabilidad empresarial debida a pocas ventas, los salarios se mantienen proporcionalmente más altos que en épocas anteriores y entonces deviene el ajuste. Y el ajuste llega por medio de los despidos, no de las disminuciones de salarios. Esos despidos intentan reestablecer la rentabilidad empresarial deshaciéndose de los costes, aunque desde una perspectiva de demanda sabemos que si es generalizado lo único que se logrará será agudizar el problema. En cualquier caso, deberíamos ver un incremento de los despidos que llevara al crecimiento de lo que Marx denominó el ejército industrial de reserva (el número de parados) y que servirá para presionar a la baja los salarios de los trabajadores todavía en la empresa. Un ajuste clásico.

Entonces deberíamos ver que en épocas de crisis la remuneración salarial no disminuye al principio (porque los contratos están negociados y las empresas esperan un tiempo por si pueden evitar despedir trabajadores y pagarles indemnizaciones), pero sí después. Sin embargo, Kantor revela que en realidad los salarios no sólo no bajan sino que además se atreven a subir. ¿Es cierto? Sí y no, depende como siempre de la estadística. En realidad lo que sube es la remuneración salarial media, no la total. La remuneración salarial total responde tal y como acabo de describir:


Como se puede ver perfectamente en 2008 los salarios crecen pero no al ritmo anterior, mientras que en 2009 ya caen en torno a un 2%. La explicación de la paradoja es un efecto estadístico que Kantor no parece tener en cuenta. La remuneración media es el cociente de la remuneración total por el número de trabajadores, de modo que esa remuneración puede subir simplemente por el hecho de que hay despidos y disminuye el número de trabajadores. En efecto, es consistente con lo que antes comentaba. Los ajustes que hacen las empresas tienen como objetivo restaurar la rentabilidad, pero se producen por vía de despidos de trabajadores. Y eso provoca un incremento en las remuneraciones medias que es debido a que los despedidos son aquellos con salarios más bajos y que están jurídicamente menos protegidos. Por ejemplo, los empleados temporales.

El número de trabajadores no fijos cae más deprisa que el número de trabajadores fijos y, además, tiene más volatilidad. Eso quiere decir que se les puede despedir con más facilidad que a los fijos. Obsérvese que en 2008 ya perdieron empleos los trabajadores temporales, mientras que los fijos aún crecían. En 2009 ya ambos colectivos vieron reducirse sus trabajadores, pero especialmente los temporales. Como los temporales llevan asociados sueldos menores podemos explicar de esa forma la paradoja anterior. En conjunto, las indemnizaciones que aplican las empresas crecieron en 2008 un 30.7% frente al año anterior, y en 2009 un 12’7% frente al año 2008. Es decir, tenemos que las empresas están claramente en la fase de ajuste.

Es normal que las empresas pierdan beneficios como consecuencia de la crisis pero eso no es debido a altos salarios sino a falta de demanda. Si durante tantos años los beneficios han crecido por encima de los salarios es absurdo considerar que son los salarios los responsables de que aquellos caigan después. La falta de demanda como consecuencia del estallido de la crisis es lo que lleva a menores ventas, menores beneficios y la necesidad de ajustar personal. Pero ese ajuste no llevará, como hemos dicho ya varias veces, a una recuperación debido a que de hecho contraerá la capacidad de consumo de la población y por eso también la capacidad de venta de las empresas.

¿Qué podemos concluir después de todo? Pues que estamos en una crisis clásica, que es falso que los beneficios empresariales estén absorbiendo el coste de la crisis en su totalidad como argumenta Kantor, que de hecho los beneficios han crecido por encima de los salarios en los últimos años y que la reforma laboral sólo busca permitir una mayor facilidad de ajuste salarial y no de creación de empleo. Y sobre todo que estos datos son plenamente consistentes (a pesar del sesgo de la muestra) con las conclusiones que esbozamos ayer y que nos permiten decir con justificación empírica que durante todos estos años de bonanza las empresas han sido las grandes beneficiadas en oposición a los trabajadores, que han perdido peso en la renta nacional y que ahora están pagando la crisis en términos de empleo y pérdida de derechos.