En los últimos años hemos insistido mucho en la noción de crisis de régimen o crisis orgánica. Aunque algunos han pensado que esto es un mero eslogan político lo cierto es que se trata de un concepto gramsciano de análisis marxista. Antonio Gramsci lo formuló con objeto de describir aquellos momentos en los que la profundización de una crisis económica deriva en una crisis política e institucional. Para el pensador italiano esto sucede cuando a una crisis económica capitalista se le suma la incapacidad del bloque dominante para gestionarla, lo que conlleva consecuencias en la concepción del mundo de la gente. Estudioso del análisis superestructural del capitalismo, Gramsci dio enorme importancia a los efectos culturales que provocan los diversos movimientos del capitalismo. Por estas razones algunos hemos creído que este instrumental analítico es adecuado para comprender la situación española.

En términos macroeconómicos la crisis económica en España comenzó en torno al año 2008, si bien los cambios en la concepción del mundo se hicieron más evidentes a partir de 2010 y 2011 con el enorme crecimiento de la movilización social. Es probable que en ello haya tenido un papel muy relevante el inicio de la política de recortes en mayo de 2010. Las cifras relativas al número de manifestaciones no dejan lugar a dudas.

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En este punto podemos deducir que el crecimiento de las movilizaciones está vinculado a la frustración e indignación que provoca la crisis económica. Sin embargo, desde un punto de vista marxista más que el análisis subjetivo de la ciudadanía es más importante el análisis de la estructura social. Es decir, el análisis de cómo afecta la crisis a las condiciones materiales de vida y a su posición concreta en la estructura social.

Para el marxismo la clase es el núcleo de una filosofía de la historia, el materialismo histórico. En su interpretación más estricta, el proletariado sería el sujeto histórico encargado de enterrar al capitalismo como parte natural-necesaria de la evolución de las sociedades hacia un estadio superior de progreso. De ahí que la defensa del socialismo no se haga desde aspectos normativos –el debería ser– sino como parte del interés objetivo de la clase trabajadora. Sin embargo, más allá de estas premisas la tradición marxista ha carecido de un estudio serio y riguroso de las clases sociales y su dinámica.

Quizás la versión marxista más extendida, y por supuesto la más caricaturizada, es la que presupone que el mundo real está dividido entre capitalistas y trabajadores. Esta división, que es de naturaleza conceptual y tiene mucha importancia en el análisis económico –siempre abstracto-, carece de capacidad heurística en el análisis político concreto. En ningún momento el capitalismo concreto tuvo una estructura social conformada únicamente por dos polos, capitalistas y trabajadores, sino que siempre ha sido de una enorme complejidad. Naturalmente también era así para Marx, y cualquiera que lea el 18 Brumario de Luís Bonaparte entenderá de lo que estamos hablando. La narrativa en la que sólo existen capitalistas y trabajadores fue muy útil para los convulsos tiempos de la II y III Internacional (1889-1943), porque ofrecía una simplificación de antagonismos que facilitaba el proselitismo entre los sectores sociales devastados por la crisis y la guerra. De la misma forma que sirve, en la actualidad, para que algunas personas se sientan cómodas con su identidad comunista aunque para ello tengan que convivir con una versión fosilizada e inútil. En ambos casos se sustituye la ciencia por el dogma, y el Partido por la secta. Nada bueno para el socialismo.

Afortunadamente la tradición marxista ha hecho esfuerzos notables por superar esa estrecha visión. Quizás los trabajos de Nicos Poulantzas (1936-1979), Pierre Bourdieu (1930-2000) y E. P. Thompson (1924-1993) sean de los más reseñables. No obstante, es la tradición del marxismo analítico, con Erik Olin Wright (1947-) a la cabeza, la que mejores explicaciones ofrece.

En otra ocasión me detendré a explicar toda la propuesta de Olin Wright en detalle, pero para los propósitos de este artículo basta notar algunas cosas relevantes. Él acepta, como todo marxista, que el antagonismo fundamental se da entre capitalistas y trabajadores, pero añade que la complejidad en la realidad social es mucho mayor. Para hacer ese viaje de la abstracción a lo concreto Olin Wright utiliza el concepto de posiciones de clase. Y establece categorías suficientes para introducir en el análisis tales complejidades. Algunos ejemplos: cuando un gerente tiene poder para despedir trabajadores pero no tiene poder para vender su empresa; cuando uno es gerente de una empresa y autónomo para otra al mismo tiempo; cuando hay grandes capitalistas con capacidad de mercado y pequeños capitalistas que no; o cuando la subjetividad afecta porque un trabajador está casado con un capitalista o espera ser capitalista en el futuro.

De todo ello se deduce un análisis, lo más objetivo posible, de la estructura de clase. Para después pasar a descifrar el interés de clase (lo que interesa a cada clase en términos materiales), la conciencia de clase (la percepción subjetiva), las prácticas de clase (actividades comunes en pos de un objetivo), las formaciones de clase (partidos, sindicatos, instituciones…), y la lucha de clases (los conflictos que existen).

Cabe decir que aunque la palabra clase está asociada al marxismo, por mi experiencia académica y política puedo corroborar que cuando a alguien se le pregunta por las clases sociales se responde siempre en términos no-marxistas. Es habitual que la gente diferencia las clases sociales en términos de renta –si cobras mucho eres de clase alta, p.e.- o de percepción subjetiva –quiénes se sienten de clase baja, media o alta. Pero rara vez se entiende que para un marxista la clase está asociada al término explotación, lo que tiene que ver con el ámbito productivo y la base material de la sociedad.

Por eso es verdad que aunque los análisis de renta (que dividen las clases por ingresos recibidos), o los análisis weberianos sobre las oportunidades laborales, por citar dos ejemplos, son útiles para determinadas explicaciones no forman parte del análisis marxista en sí. Nos interesará más, siempre, la posición concreta dentro de la estructura productiva.

Transformaciones económico-políticas en España 

Y aquí es donde volvemos al análisis español en la actualidad. Como hemos repetido muchas veces, las transformaciones económicas de largo alcance de la economía española han significado un cambio en la estructura productiva. Por un lado, la desindustrialización y las políticas neoliberales de las últimas décadas consolidó un modelo de crecimiento económico basado en sectores de bajo valor añadido (construcción y turismo) y respaldado por endeudamiento (fuerte presencia sector financiero). La crisis de ese modelo ha supuesto el crecimiento brutal del desempleo y el empeoramiento de las condiciones materiales de vida. Eso conlleva, entre otras cosas, la caída material de la autopercibida clase media. Por otro lado, el Derecho del Trabajo ha sido dinamitado y el régimen de acumulación fordista ha dado paso paulatinamente al régimen de acumulación posfordista también en nuestro país, con una fuerte implicación generacional. Dicho de otra forma: la realidad material de nuestros padres tiende a ser muy diferente de la de nosotros los jóvenes.

En ese contexto podemos partir de una hipótesis razonable. Se supone que los partidos políticos marxistas representan políticamente a las clases sociales más golpeadas por el capitalismo. Esa representación política lo es en términos de interés de clase, es decir, porque las propuestas objetivas de esos partidos benefician a las clases populares. Esa representación política no tiene por qué serlo en términos electorales, como es evidente, debido a múltiples factores. Uno de ellos, naturalmente, es la falta de conciencia de clase. Es decir, que haya posiciones de clase cuyo comportamiento electoral sea incoherente respecto a sus intereses objetivos (a partir de un análisis objetivo de la estructura de clase).

Pues bien, a un dirigente político que aspire a la emancipación de las clases populares (lo que Marx definió como el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad) le ha de interesar ese análisis también. Es decir, corresponde desplegar el análisis de la estructura social y también el de su espejo en el comportamiento electoral. De manual. Desgraciadamente en España las direcciones de los partidos marxistas han ignorado sistemáticamente estos dos ámbitos y su necesaria interrelación, cayendo a veces en una burda caricaturización del marxismo o en un análisis meramente electoral perfectamente asimilable al que hace un director ejecutivo al gestionar su empresa de acuerdo a los movimientos de la bolsa. Ridículo y triste al mismo tiempo, y más propio de burócratas prepolíticos y premarxistas que de dirigentes a la altura de la historia. Así es como se comprende que hayamos llegado a una crisis de la izquierda como la que estamos viviendo.

Izquierda Unida

No hay muchas fundaciones o institutos académicos que trabajen con categorías marxistas para el análisis social, ni en el ámbito de la economía política ni en el de la sociología. Así que la mayoría de las veces nos tenemos que conformar con lo que llamamos proxys, es decir, variables que sirven como aproximación del dato real que buscamos. Por eso debemos tener mucha precaución a la hora de hacer los análisis con estas variables. Un correcto análisis marxista de la estructura social debería categorizar las relaciones de clase en términos del ciclo del capital D-M-…-M’-D’, pero carecemos de ese instrumental.

Como aproximación para nuestro país puede servirnos el CIS cuando cruza las intenciones de voto a los partidos con el estatus socioeconómico. Las categorías que establece son categorías con base material, y eso es un importante avance.

Una comparación entre el CIS de octubre de 2013 y el de enero de 2016 nos proporciona una información interesante en las variaciones de la base electoral-social de IU. Nos deja la siguiente imagen. Como ya sabíamos, se trata de un bestial desplome. Quizás especialmente agudizado en los obreros cualificados (del 14% al 2%) pero de enorme caída en todas las categorías. Los que mejor aguantan son los técnicos y cuadros medios y los estudiantes (en torno al 6%).

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Esto nos deja comprobar algo que también sabíamos muy bien, que es el perfil no-obrerista del votante pre-2014. Obsérvese que en las categorías de directores y profesionales, técnicos y cuadros medios y estudiantes había mucha más intención de voto que en categorías como los parados, jubilados y pensionistas, empleados de oficinas y servicios o incluso obreros no cualificados. No podemos decir que antes de 2014 Izquierda Unida fuera el partido en el que se reflejaban electoralmente las clases populares más golpeadas por el capitalismo (dramático el caso de los parados).

Inmediatamente tenemos que compararlo con el perfil de votante de Podemos, habida cuenta que la mayoría de las encuestas señalan que la transferencia fundamental de votos se ha dado hacia la formación morada. Y aquí comprobamos que, efectivamente, Podemos tiene mucha más intención de voto en todas las categorías (quizás con la excepción de jubilados y pensionistas). Llamativo es que la intención de voto de Podemos en técnicos y cuadros medios y obreros no cualificados es muy alta, así como en parados. Es decir, uno tiene a pensar que Podemos ha absorbido votantes en general de IU, pero también en particular de categorías a las que IU no llegaba con facilidad (IU tenía en 2013 un 8% en parados, y Podemos ahora casi un 15%; IU tenía en 2013 un 10% en obreros no cualificados y Podemos ahora más de un 15%).

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Resulta también llamativo que los estudiantes no sea una de las categorías clave para Podemos, y que es donde IU-UP mejor aguanta, a pesar del relato sobre la nueva política y su componente generacional. Y es también representativo que en jubilados y pensionistas, pequeños empresarios y trabajo doméstico, sean debilidades aparentes tanto para IU como para Podemos.

Al mismo tiempo llama la atención la similitud del perfil de votantes entre Podemos y Ciudadanos. Eso sí, hay algunas diferencias aunque no son acusadas y probablemente tienen que ver con un perfil más obrerista de Podemos y más técnico-profesional de Ciudadanos. No obstante, como se puede comprobar, en parados y obreros no cualificados toma la ventaja Podemos mientras que Ciudadanos se distancia en estudiantes. Hay que hacer notar que este es un cambio muy notable en el perfil de Podemos desde que surgió Ciudadanos, pero no ha lugar aquí a abarcar ese cambio.

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Se habrá notado también como, en todo caso, tampoco Ciudadanos tiene gran predicamento entre jubilados y pensionistas y trabajo doméstico. Eso tiene que ver con que son categorías en las que el bipartidismo está profundamente asentado. Como podemos comprobar, el perfil de votantes del bipartidismo y de los llamados partidos emergentes es muy distinto. Probablemente remarca una ruptura enorme a nivel de estructura social en nuestro país.

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El bipartidismo es hegemónico en las categorías de jubilados y pensionistas, trabajo doméstico y agricultores. Coincide con las debilidades de los llamados partidos emergentes pero también con las de IU-UP.

Finalmente, por lo que aquí nos interesa y siempre con la precaución señalada, parece interesante observar las pequeñas variaciones que se han dado en un año en Izquierda Unida-Unidad Popular. Porque en el último año la política de IU ha sido distinta y la apuesta por nuevos liderazgos y procesos de unidad ha podido influir en la representación política.

Como se puede comprobar, la diferencia más acusada está en la caída en la categoría de empleados de oficinas y servicios y obreros cualificados y parados, pero también en la subida en estudiantes y pequeños empresarios. Aunque el gráfico pueda engañar –la escala ha cambiado respecto a las anteriores- las diferencias son muy reducidas y probablemente no significativas –más aún en un contexto que si bien está más estabilizado sigue siendo de caída general de IU en beneficio de Podemos y Ciudadanos.

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Conclusiones

Es muy difícil extraer conclusiones, incluso a modo de hipótesis más o menos firmes, debido a la enorme volatilidad electoral, la duda sobre las categorías utilizadas y el permanente momento de descomposición social y económica por la que atraviesa el país. Pero quizás sea interesante esbozar algunas ideas y plantear algunas hipótesis para su análisis:

  • Cualquier análisis marxista medianamente riguroso debe analizar la estructura social y su dinámica. Para ello necesitamos un instrumental analítico adecuado –donde el marxismo analítico puede ayudar dentro de una interpretación desde la Economía Política- así como un instrumental estadístico adecuado –donde los proxys parecen la mejor solución a falta de categorías propiamente marxistas.
  • En ese sentido, la economía española se está transformando radicalmente y está provocando una ruptura en la concepción del mundo de la ciudadanía. Así, la crisis de régimen ha provocado un cambio irreversible en nuestro país que hay que analizar con detalle y rigor. Sólo desde la Economía Política Marxista me parece posible abordar esa tarea.
  • IU no parece haber sido un partido que antes de 2014 representara políticamente a las clases más perjudicadas por el capitalismo. Probablemente el perfil de IU haya sido más ideológico que material, y quizás ello tenga que ver con la falta de presencia sistemática en los conflictos sociales. No es lo mismo acompañar un conflicto que estar en el conflicto. El perfil de los dirigentes de IU parece coincidir con sus votantes. Especialmente grave es la falta de conexión ideológico-política con categorías como las de los parados y los obreros no cualificados. Hasta el momento la irrupción de Podemos y Ciudadanos ha empeorado esta situación.
  • En IU-UP aguanta relativamente bien la categoría de estudiantes, lo que parece contrastar con el relato-mito de que IU es un partido viejo y anquilosado.
  • Cualquier proceso de refundación de IU-UP tiene que pasar por el estudio de todas estas cuestiones. Los riesgos de no hacerlo son enormes y dramáticos.
  • El mayor riesgo actual es caer en un marxismo fosilizado que a base de fe y nula observación social busque encerrar IU en una cueva de la que nunca se pueda salir. Los militantes de IU debemos estar muy atentos a los intentos irracional-impulsivos de quienes en nombre del patriotismo de IU quieren convertir a la organización en un aparato marginal y desconectado de las necesidades de las clases populares. Yo para eso tengo un método infalible: cuantas más veces se pronuncia la palabra clase trabajadora, sindicato, o socialismo sin que detrás haya un mínimo de fundamento o coherencia práctica –por ejemplo porque son los mismos que pactan con el PSOE a la mínima, los que tienen gusto por las entidades financieras madrileñas o porque son los que matan por fotos con las desorientadas cúpulas sindicales- más cerca estaremos de saber que quien está hablando es un cura impartiendo rancia catequesis que un dirigente comprometido. Suele funcionar.
  • La apuesta coherente parece ser la que abordamos el otro día al afirmar que «Parte de asumir que el 15-M y Podemos, entre otros, es un fenómeno social que manifiesta parte de los deseos e inquietudes de las clases populares. Y que, sin embargo, eso no es suficiente para transformar la realidad ni para aspirar a construir un horizonte socialista. Propugna la construcción de un instrumento de radicalidad democrática, recogiendo las demandas republicanas de los movimientos sociales, y con un proyecto político anticapitalista, herencia del movimiento obrero, porque hunde sus raíces en un riguroso análisis marxista de la realidad socioeconómica. Propugna autonomía política, sin referenciarse en otras fuerzas políticas, pero manifiesta intención de colaboración con otros sujetos, políticos y sociales, y sobre todo pone encima de la mesa la necesidad de reforzar las redes de activistas sociales y la incidencia concreta en la vida de la gente. Es decir, presencia en conflictos sociales. Y la pedagogía como elemento central para el establecimiento de una cultura política compartida». Ahí nos encontraremos.

Salud y República.