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Ayer repasábamos los conceptos fundamentales que más se están escuchando en el debate sobre el pacto por el euro, tales como competitividad, productividad y costes laborales unitarios. Hoy vamos a continuar hasta demostrar empíricamente que los costes laborales unitarios han crecido como consecuencia del incremento de ganancias empresariales y no como consecuencia del incremento de salarios.

Los costes laborales unitarios y la participación salarial

Ayer veíamos la siguiente gráfica sobre costes laborales unitarios, que refleja de forma indirecta la mejor posición competitiva de Alemania frente a los llamados países de la periferia, entre los que está España. El crecimiento de los costes laborales unitarios nominales ha sido menor en Alemania que en España, lo que en teoría permite que las empresas alemanas puedan vender sus productos a menor precio como consecuencia de soportar un menor coste laboral.

No obstante, lo que interesa señalar de momento es un hecho analítico obvio: el incremento de los costes laborales unitarios refleja que la compensación salarial (que incluye los salarios y otras formas de remuneración al trabajador, como las cotizaciones sociales y seguros) ha crecido por encima de la productividad laboral para todos los países, entre ellos España.

Eso significa que del incremento de la capacidad productiva de un país los mayores beneficiados han sido los trabajadores. De forma simplista podríamos decir que la nueva riqueza del país se ha desplazado hacia los salarios.

Sin embargo, esta idea contrasta con la percepción general de que la gente cada vez es más pobre, además de que choca de lleno con las gráficas de participación salarial. Como se sabe, la participación de los salarios en la renta ha caído mucho en prácticamente todos los países desarrollados, entre ellos España (donde ha sido más brutal la caída). El siguiente gráfico lo demuestra:

Esto significa que de la producción total de un país a los salarios cada vez le ha correspondido menos parte y, por el contrario, a los beneficios empresariales cada vez más (recordemos que la renta puede dividirse entre salarios y beneficios empresariales). Por lo tanto, ¿cómo es posible compaginar este hecho con la subida de los costes laborales unitarios que describen una subida de los salarios por encima de la productividad?

La resolución de esta paradoja tiene que ver con la metodología. Como dijimos ayer, los economistas han inventado una manera tosca de medir la productividad a nivel agregado. A nivel micro es fácil cuantificar cuántas sillas produce Pepe en una hora, cuantos artículos publicamos al mes o cuántos coches producen los empleados de Ford en un año. En términos físicos no hay problemas, pero cuando juntamos las industrias y queremos medir la productividad tenemos que sumar peras con manzanas, y no hay más remedio que hacerlo a través de sus valores nominales, es decir, a través de sus precios. Y eso conlleva enormes problemas, como es fácilmente comprensible.

Por lo tanto, cuando hablamos de los costes laborales unitarios a nivel agregado ya no sólo tenemos que tener en cuenta los salarios y la productividad, sino también los precios. Vamos a verlo:

En realidad, si transformamos la ecuación agregada de los costes unitarios nominales en la ecuación agregada de los costes unitarios reales tenemos ni más ni menos que la ecuación de participación salarial en la renta. Otra forma de hacerlo es desarrollar la fórmula de los costes unitarios reales, como sigue (Felipe y Kumar, 2011):

Donde W es la compensación laboral; L el número de trabajadores; el Valor Añadido es la forma de medir la producción y P es el deflactor de precios.

Es decir, los costes laborales unitarios reales agregados para una economía son lo mismo que la participación salarial en la renta. Es lógico: miden la parte de la producción total que se queda como compensación salarial (salarios, cotizaciones, etc.). El resto se queda en las empresas. De hecho, tanto la OCDE como la Comisión Europea lo calculan de ese modo (1).

Y en esa fórmula tenemos la solución a la aparente paradoja, mientras que además demostramos que el mismo resultado ya lo habíamos adelantado también ayer: se trata de los precios y, por ende, también de la estructura de mercado. Se trata en efecto de entender que los costes laborales unitarios no sólo dependen de salarios y productividad, sino también de los precios. Así que tenemos la explicación final: los costes laborales unitarios han subido porque han subido los precios, no los salarios.

Y los precios los determinan individualmente las empresas, siguiendo la siguiente fórmula:

Es decir, cada empresa determina un precio que tiene que estar por encima de sus costes laborales unitarios y de otros costes para que exista un margen de beneficio. Tendrán tanta más capacidad para subir sus márgenes como menos competencia tengan que enfrentar. Si hay pocos competidores las empresas podrán subir sus márgenes y de esa forma empujarán al alza los precios. Por eso se dice que importa la estructura de mercado, ya que por mucho que se rebajen los CLU -como pretende el pacto por el euro- si las empresas no están sometidas a la competencia podrán mantener o incluso incrementar sus márgenes.

A nivel agregado esto significa que la subida de precios ha sido debida al crecimiento de los márgenes empresariales y no por el incremento de salarios o, dicho de otra forma, que durante todos estos años las empresas han incrementado su cuota de beneficio a costa de imponer márgenes mayores sobre sus productos. Y eso es consistente con ambas gráficas, de modo que paradoja resuelta.

Notas:

(1): Para AMECO la metodología de cálculo es la siguiente:

Bibliografía:

Felipe, J. y Kumar, U. (2011): «Unit Labor Costs in the Eurozone: The Competitiveness Debate Again», Working Paper of Levy Institute.