Cuando Tony Blair popularizó la tesis de la Tercera Vía, apoyado fundamentalmente por los trabajos de Giddens, las economías occidentales vivían en el contexto de la llamada Nueva Economía. Las nuevas tecnologías parecían propulsar un nuevo régimen de acumulación y el incipiente pensamiento posmoderno parecía jubilar los conceptos de izquierda y derecha, disolviéndolos en un tótum revolútum de eficiencia y optimización racional. Pero la crisis de las puntocom en los 2000 y la crisis financiera de 2007, entre otras, parecieron tirar por la borda los fundamentos del nuevo pensamiento de la posizquierda inglesa. El capitalismo en crisis necesitaba soluciones y las encontraba en las políticas liberales de siempre. La Tercera Vía murió, ahogada en neoliberalismo. Quizás por eso ahora el laborismo británico busca su legitimidad en los orígenes, en un espejo limpio de los polvos del fin de la historia. Corbyn no es el enterrador de la Tercera Vía, sino la consecuencia de sus contradicciones.