Ayer los líderes europeos se reunieron para acordar un impago parcial de Grecia. Porque eso es lo que es el nuevo rescate: un default o, más exactamente, un evento de crédito. Y en este punto tienen razón las agencias de calificación, a pesar de que los gobernantes europeos traten de llamarlo de otra forma para evitar la bajada de calificación a Grecia. Para que nos entendamos en este plan se obliga «voluntariamente» a parte de los acreedores (la gran banca) a que sustituyan los bonos que vencen en el corto plazo por otros bonos menos rentables que vencerían más tarde. Esto es un coste que recaerá en la banca, que se ve compensada con el anuncio de que la UE la ayudará en caso de problemas. Pero en sentido estricto es un cambio en las condiciones del contrato y por lo tanto un «evento de crédito» que puede activar algunos CDS.

La ortodoxia económica se está resquebrajando poco a poco y me da la impresión de que a los líderes europeos eso no les está gustando nada. Pero no tenían ni tienen otra alternativa tal y como están las cosas de feas. Parece que se han dado cuenta de que ahogar más de la cuenta a Grecia les traería problemas aún más graves, y para evitarlo han decidido dejar de apretar tanto. Ya se sabe, Dios aprieta pero no ahoga. Pero la clave está en que sigue apretando, y eso determinará sin duda la evolución de esta crisis.

El documento aprobado por los líderes europeos intenta mantenerse en la ortodoxia y propone proseguir con los planes de ajuste y con las medidas de contención del déficit. No estamos por lo tanto ante un giro radical de la política aplicada por la Unión Europea, sino a una pequeña brecha abierta en su discurso que obedece a la presión de la realidad. Una realidad que no es otra que la de que Grecia no puede pagar jamás sus deudas en mitad de una recesión que hace que los ingresos del Estado caigan de forma abrupta. Lo que necesita Grecia es crecimiento económico, y para conseguirlo lo que se requiere es precisamente lo contrario a los planes de ajuste. Con crecimiento económico, estimulado por supuesto por el gasto público, la actividad económica permitiría al Estado griego incrementar su recaudación vía impuestos.

Keynes escribió sus «Consecuencias económicas de la paz» precisamente para denunciar que las condiciones impuestas a Alemania tras la I Guerra Mundial -como pago por su responsabilidad en la contienda- eran excesivas y que sólo traerían más problemas. Al final tuvo razón y Alemania no pudo levantar cabeza hasta la llegada del fascismo, que técnicamente levantó al país con un extraordinario gasto público que en gran parte era gasto militar. Y la humanidad tuvo que padecer una segunda guerra mundial además del ascenso de un régimen como el nazi. La analogía es impecable porque las condiciones impuestas a Grecia sólo pueden provocar que dicho país vea empeorada sus ya de por sí precarias condiciones económicas.

Hay que señalar otra cuestión más. Aunque a Grecia se le haya soltado un poco la cuerda se le sigue prestando a un tipo de interés mucho más alto que al que se inyectó dinero a la banca cuando se la rescató, con la diferencia añadida de que a la banca no se le impuso ningún tipo de condiciones y a Grecia se le está obligando a aplicar duros recortes sociales.

¿Qué se podría hacer entonces? La Unión Europea necesita ya avanzar en su unificación fiscal, y comenzar a ser el espacio común de los pueblos europeos y no sólo una simple unión de los bancos y grandes empresas. Europa debería acometer un ambicioso plan de estímulo económico que tenga como objetivo recuperar la actividad económica en todos los países miembros. Eso pasa por la reestructuración del sistema financiero, nacionalizando la banca comercial privada, y por la auditoría de las deudas públicas, rechazando hacer efectivos los contratos considerados ilegítimos. Hay que pensar que una parte cada vez mayor de los gastos del Estado son los intereses de los contratos de deuda pública, y eso es un lastre económico que además es ilegítimo porque muchos de esos contratos han sido suscritos en procesos de especulación financiera o por bancos que habían recibido dinero barato del BCE.

Además la UE necesita definirse como espacio de autosuficiencia financiera, estableciendo controles de capital, imponiendo regulaciones fuertes a las transacciones financieras (especialmente a las que tienen que ver con la deuda pública), prohibiendo las transferencias con los paraísos fiscales, prohibiendo instrumentos y prácticas financieras puramente especulativas (como las operaciones al descubierto que permiten vender títulos que no se tienen, o los hedge funds) y sobre todo establecer un sistema impositivo altamente progresivo (con la recuperación del impuesto del patrimonio, de nuevos tramos al IRPF y subida general de tipos especialmente al capital).

Todas esas medidas restringirían el poder de las finanzas y permitirían relanzar la economía productiva. Además, una política salarial coordinada permitiría animar la ahora débil demanda europea y a la vez haría desaparecer paulatinamente los desequilibrios comerciales intraeuropeos si se integra en un modelo productivo europeo bien planificado. Sin duda todo ello sólo será posible si los Estados o el Estado Europeo puede hacer uso de los instrumentos necesarios, tales como la banca pública y un banco central europeo que no se preocupe únicamente por la inflación sino que se asemeje más a la Reserva Federal estadounidense y concentre también su atención en la creación de empleo.

Pero mientras sigamos viendo cómo se obliga a los países a aplicar planes de ajuste, y además mientras todos los países lo hacen a la vez, seguiremos en crisis y viendo cómo cada vez hay más transferencias de rentas desde las clases populares hacia las clases dominantes.