Son días extraños. Se ha instaurado en el sentido común, que no quiere decir el sentido de la razón, que hay que tener gobierno como sea. Incluso aunque eso implique que gobierne el presidente más corrupto de la historia, y el responsable de los graves recortes sociales de los últimos años. Mientras, tres partidos juegan al póquer sin aclarar sus verdaderas cartas. Ahora bien, ¿quién cree a quien dice hoy lo que negaba ayer y viceversa? Por otra parte, otros parece que predicamos en el desierto para que el PSOE no se resigne y apueste por la izquierda. Y entre tanto, una población cada vez más harta se aleja de un tablero de la política en el que los que mandan, pero sin presentarse a las elecciones, celebran que los pobres dejen de buscar respuestas. La consigna, sugiero, ha de ser otra: que nadie se rinda.