Hace algo más de un año escribí una reflexión sobre twitter titulada «Twitter, o el infierno de la posmodernidad» que levantó muchas ampollas, y que sin embargo -y como es lógico- sigo aprobando al cien por cien. Y eso que el contexto en el que lo escribí era bien diferente, ya que por entonces apenas tenía 500 seguidores y ahora rondo los 35.000. La tesis que entonces mantenía es que twitter era una herramienta posmoderna donde primaba lo superficial y el mensaje panfletario frente al mensaje sustantivo y la reflexión tranquila. La experiencia ganada desde entonces me permite reafirmarme en ello, a la vez que puedo añadir nuevos elementos de análisis.

Twitter es útil para nosotros, los diputados de Izquierda Unida, porque nos permite difundir nuestro mensaje más allá de los canales de comunicación tradicionales. Estamos ante una herramienta de comunicación más horizontal que vertical, de modo que jugamos con unas reglas más justas. Frente a los medios tradicionales, que tienen una determina línea editorial y unos intereses económicos o políticos, twitter se presenta como una herramienta en este punto aséptica y libre. En realidad twitter es un sistema de nodos, una especie de grafo, que hace que la capacidad de difusión crezca más cuanto más reconocido sea el usuario. De modo que construir la identidad es también un proceso y no un hecho concreto, para el que existen diferentes estrategias.

Según el servicio Klout, el uso que yo hago de twitter (que a su vez está conectado a facebook y google plus) permite que mis mensajes lleguen a 110.000 personas de media por tweet. El mensaje original sale de twitter, se vincula automáticamente a facebook y se comparte y difunde de forma autónoma por las redes sociales.

110.000 personas (el doble que hace un mes) es una cantidad de público descomunal cuya fuerza política no puede subestimarse. En ese conjunto de personas la inmensa mayoría comparten las preocupaciones de Izquierda Unida, y ven abierto un canal de comunicación con la formación política con la que se identifican. De modo que la influencia no es sólo virtual sino que llega a los canales familiares y de amistad que existen al margen de las redes sociales en internet.

Durante la campaña electoral de las generales algunos de los actos tuvieron una asistencia muy por encima de la esperada debido a la publicidad que habíamos dado por twitter y facebook. Muchos de los asistentes reconocían haberse enterado por las redes sociales y no por los medios tradicionales, todo lo cual llevó en alguna ocasión a morir de éxito y tener que cambiar los lugares de ubicación de los actos.

Twitter permite desmitificar al político. La visión general del político está mitificada desde el momento en el que aparece sistemáticamente en los medios de comunicación tradicionales (televisión y radio fundamentalmente). El ciudadano percibe cómo se marca una distancia terrible entre el político y él mismo. Herramientas como twitter y facebook desmitifican y personalizan de nuevo al político, de forma que en la percepción de la gente nos baja de nuevo a la realidad. Volvemos a ser personas normales, con nuestros gustos, agobios y preocupaciones. Nuestras anécdotas resultan simpáticas no necesariamente porque sean interesantes sino porque nos permiten identificarnos con lo que realmente somos, es decir, personas normales y corrientes.

Aquí la ventaja está en la izquierda y no en la derecha, por término general. El político de izquierdas es en general más llano y menos señorito, así que narrar lo que es nuestra vida cotidiana -coger el autobús o el metro, escuchar música, quedar con los amigos, ir a una manifestación, ¡hasta dejarte el coche perdido y que te roben la bici! es percibido por la gente como una demostración de que somos pueblo. Y por supuesto la capacidad de responder todos los mensajes posibles a la gente que lo demanda. Todo ello redunda en la desmitificación del político y en la mayor identificación con los postulados ideológicos.

Twitter obliga a simplificar el mensaje y a renunciar al mundo de los matices. Por eso el mensaje pasa a tener una apariencia más panfletaria que reflexiva. Usamos twitter para difundir las conclusiones de las reflexiones más pausadas que hacemos, pero esto es ignorado por quienes nos acusan de ser panfletarios. Los mensajes de 140 caracteres resumen los resultados de un proceso de pensamiento previo, pero el receptor no puede acceder a ese proceso y por lo tanto ignora cómo se ha creado ese mensaje. En consecuencia, el mensaje es aceptado por aquellos que sin saberlo han hecho un proceso de análisis previo similar y es rechazado por aquellos que no comprenden el proceso de reflexión o que no comparten el resultado.

Un ejemplo. En este blog hemos analizado con todo lujo de detalles las vinculaciones político empresariales entre los dos grandes partidos políticos y las grandes empresas. Tras más de cinco anotaciones rigurosamente fundadas, el resultado podría resumirse en «El PP y el PSOE representan en la práctica a las grandes empresas y grandes fortunas«. Si uno observa únicamente este mensaje tiende a verlo como un elemento de marketing y no como la conclusión de una sosegada reflexión que se sustenta con datos. Aquellas personas que compartan la conclusión (porque han reflexionado previamente sobre ello en el mismo sentido) lo aprobarán, y aquellos que hayan hecho otro proceso de reflexión o que directamente ni hayan pensado sobre ellos creerán que es un despropósito.

Por estas razones uno de los riesgos de twitter es que se abre la puerta a la ridiculización. Los receptores ignoran el proceso de reflexión que hay detrás de cada tweet y se centran únicamente en el fenómeno visible, es decir, el mensaje de 140 caracteres. A partir de ahí construyen una identidad falsa que intentan ridiculizar, tergiversando y manipulando allí donde convenga. Es la típica actitud de los conocidos como «trolls», esto es, usuarios que sólo buscan molestar y desviar los debates -no confundir con los críticos-. La amenaza en este punto es que se extienda esa falsa identidad, asociando a la persona que hay detrás de cada usuario a los mensajes y reflexiones simples que obligan el instrumento de comunicación usado. No en vano, la simplificación es el proceso lógico que obliga el medio usado, si bien los receptores pueden usar esas limitaciones para dañar la imagen pública.

La gestión de los trolls es complicada. Algunos diputados como Cayo Lara (35.700 seguidores) los bloquean. Otros como Llamazares (65.500 seguidores) los retuitean. Y otros como yo (35.000 seguidores) los ignoramos por lo general. No obstante, y como acabo de decir, hay que distinguir entre el crítico y el troll.

El crítico hace ver educadamente su desacuerdo con algún mensaje, pero el debate en este punto está ampliamente limitado porque en 140 caracteres es prácticamente imposible entrar en los elementos fundamentales que ayudan a formar una sólida opinión. Normalmente estas discusiones las resolvemos con enlaces al exterior, en mi caso a mis reflexiones en este blog, con la intención de puntualizar puntos claves. Lo que revela esto es que twitter requiere de elementos externos para servir de eficaz espacio de debate.

Los trolls son sin embargo destructivos. No tienen más aspiración que intentar hundir, molestar o ridiculizar. Lo que les mueve no es el ánimo de debatir sino la pasión por revelar sus prejuicios y autoafirmarse ante un enemigo o adversario. Son personas que saben de antemano lo que van a decir, y sólo esperan la «excusa». Por eso pervierten el mensaje original si hace falta, pues el objetivo es que cuadre su crítica. No todos los trolls son iguales, pero es recomendable ignorarlos a todos -cuestión que yo todavía no hago al 100%-.

En definitiva, tanto twitter como facebook son herramientas válidas para incrementar la capacidad de influencia a la hora de difundir contenido político y a la hora de contribuir a la concienciación de la gente. Los análisis que yo hago de economía política en este blog son difundidos por esos medios, todo lo cual refuerza nuestra base social y permite extender las herramientas de análisis que tanto necesitamos. El problema es que hay que tener muy presente las limitaciones que estas herramientas tienen, especialmente en el marco de la reflexión necesaria. Si se tiene en cuenta eso yo creo que podemos utilizar correctamente a los trolls para seguir incrementando nuestra capacidad de influencia.