Una candidatura unitaria para las elecciones generales está hoy más cerca. Soy optimista. Durante meses he estado reuniéndome con partidos políticos, movimientos sociales y alcaldes y alcaldesas del cambio, entre otros, y todos han estado de acuerdo en la necesidad de que haya una candidatura unitaria de ruptura; una candidatura para cambiar el rumbo suicida de la política neoliberal en nuestro país; una candidatura para no condenar a las próximas generaciones a una vida de precariedad e incertidumbre vital. ¿Acaso queremos que nuestras mayores aspiraciones laborales sean las de encontrar trabajos temporales y contratos por horas? ¿Acaso creemos que lograremos construir una sociedad más justa si no luchamos juntos?

Estamos más cerca, pero no hay garantías. Y por eso nos seguimos dejando la piel en el proceso. Aún hay muchos obstáculos que superar, pero estamos convencidos de que vamos a ser suficientemente inteligentes como para superarlos. En un mundo como el nuestro, en el que la política se ha espectacularizado y en el que a algunos medios solo parecen interesarles los mensajes simplistas y morbosos, las complicaciones se disparan. Cada día nos levantamos con noticias sobre política que no hablan de política sino de politiquería. Algunos medios han publicado en las últimas horas unas supuestas negociaciones abiertas entre Podemos e IU. Nos dicen que unos son humillados y otros exigen, que unos ceden y otros chantajean… Convierten así la política en un reality show con el fin de mantener expectante a la audiencia, aunque nada de todo eso tenga fundamento, aunque nada de todo eso sea política.

Estas informaciones buscan, en el fondo, reducir la posibilidad de una candidatura unitaria, necesaria para cambiar el país, a una pelea de barro entre personajes públicos, precisamente para obstaculizar el cambio posible y necesario. Pero lo cierto es que no hay negociaciones abiertas con Podemos, ni en despachos oscuros ni en plazas públicas. En mi organización, Izquierda Unida, hemos aprobado –a mi juicio, de forma inteligente- contribuir a construir espacios de confluencia con los que unir a las izquierdas del país en torno a un proyecto de ruptura democrática; espacios de confluencia construidos desde abajo y con mecanismos participativos como las primarias abiertas. Eso es lo que vamos a hacer y para lo que vamos a trabajar sin cesar.

Estoy convencido de que antes de mediados de octubre tendremos ya articulados muchos de esos espacios, y convencido también de que finalmente en diciembre habrá una candidatura unitaria. Los tonos y actitudes de todo el mundo me hacen pensar de ese modo tan optimista. Nos jugamos demasiado, todo un régimen, toda una vida, como para fracasar en este intento. Esto no es una batalla entre partidos ni una batalla entre siglas, es una batalla por un orden social. Lo hemos repetido muchas veces, y seguiremos haciéndolo. Estamos ante uno de esos momentos de la historia política en los que se pueden decidir los diseños institucionales para los próximos treinta años.

Nos jugamos las próximas generaciones, no solo las próximas elecciones. Hagamos pues prevalecer nuestros valores y principios de izquierdas por encima de la espectacularización de la política y de las miserias de un mundo hipermoderno que aspira a mercantilizarlo todo, incluida la política. Nuestras organizaciones han de estar al servicio de la transformación social, y sin duda eso hacemos y haremos en Izquierda Unida. Os pido, amigos y amigas, que seamos críticos con las informaciones que publican algunos grandes medios empresariales, cuyos intereses políticos no siempre están al descubierto; que seamos críticos también con nuestros dirigentes, incluido conmigo mismo, para conseguir así que todos los procesos sean lo más participativos y acertados posibles; y, por último, que elevemos la vista más allá del árbol para ver ese bosque que es nuestra vida y que está amenazada por quienes, por encima de todo y de todos, gustarían ver a su oposición fragmentada, dividida y peleada.