Unos meses después de las elecciones de diciembre, Pedro Sánchez denunció que estaba recibiendo presiones del mundo empresarial –de las grandes empresas, para ser más exactos. El objetivo de esta presión era evitar que Unidos Podemos (entonces por separado) pudiéramos tener influencia en el futuro Gobierno. Las presiones tuvieron éxito y Sánchez pactó sólo con CS. Eso le permitió prolongar su mandato al frente del PSOE. Tras las elecciones de junio finalmente las grandes empresas le cortaron la cabeza a Sánchez, que parecía querer explorar ahora lo que entonces no le dejaron. Ayer Sánchez reconoció –otra vez- esas presiones y señaló a Felipe González y Susana Díaz como las correas de transmisión. Tiene su importancia, siendo él quien lo dice y escuchándole medio país. Pero la conclusión es rotunda: el PSOE como estructura es, y a pesar de estos conatos de rebeldía, un instrumento más de la oligarquía de este país. Por eso es presidente Rajoy.