No es algo que nos sorprenda a quienes desde el primer momento ya decíamos que Zapatero no era sino un político oscuro que se dejaría manejar por los poderes económicos y que acabaría asumiendo el lenguaje y la política de la derecha, pero es que desde hace unos meses el todavía presidente del gobierno español parece estar esforzándose cada vez más por darnos la razón.

Zapatero llegó al poder aupado por una sociedad que más que apoyarle a él en realidad lo que quería era deshacerse del Partido Popular y sus prácticas totalitarias y antisociales. Y esto de la política entendida como marketing hizo mucho, pues las campañas electorales han procurado siempre presentar a ZP como el adalid de la democracia, los derechos humanos y con una visión moderna de la vida social.

En la primera legislatura el gobierno sólo hizo políticas de izquierdas en los ámbitos no económicos, como el de derechos civiles. Como me decía un amigo con algo de sorna: «Zapatero sólo hace medidas de izquierdas si éstas no afectan a la plusvalía [término marxista que viene a representar la parte que el empresario se apropia en la explotación del trabajador]». En todo caso, grandes avances sociales en ambas legislaturas que en muchos casos pecaron de falta de presupuesto, algo que ponía en riesgo la eficacia de la propia medida, como ocurrió con la ley de dependencia.

Pero en materia económica, como recordábamos el otro día, Zapatero siempre fue un político de derechas. Ni un sólo gesto de izquierdas. Y no por casualidad la izquierda teórica que se había identificado tradicionalmente con el PSOE comenzó a sentirse cada vez más radical. Movimientos sociales como ATTAC parecen hoy de extrema izquierda, pero no es por su propio desplazamiento ideológico sino por la derechización de los tradicionales partidos socialdemócratas.

A pesar de eso Zapatero apenas tuvo oposición por la izquierda del congreso en la primera legislatura. Muchos nos quejamos con rabia de esa situación, porque intuíamos que era una condena para, por ejemplo, Izquierda Unida. De hecho y desgraciadamente así fue como sucedió. En las últimas elecciones generales el batacazo de IU fue desolador, pero sirvió para aclarar algunas cuestiones (como la salida de Rosa Aguilar, número 2 de la candidatura de Llamazares y ahora ministra de Zapatero).

Pero Zapatero ha sido siempre presentado por la derecha periodística como el diablo rojo, probablemente empujados por el rencor de haber perdido unas elecciones en sólo un par de días. ZP era un rebelde izquierdista que intentaba ganarse a la juventud progresista con gestos como la promesa de salir de Iraq y el quedarse sentado ante la bandera estadounidense.

Algunos hemos dedicado estos ocho años a criticar al gobierno y a las medidas de Zapatero cuando éstas no eran de izquierdas. Y a pesar de los datos que confirmaban lo contrario la sensación de la sociedad fue siempre la de que la izquierda gobernaba en este país. Para mí ZP ya era desde 2004 un político oscuro, no en vano antiguo diputado en la época de F. González, y una persona muy desideologizada. ZP ha sido siempre el rey de la confusión ideológica. Y era obvio que todo saldría a relucir tarde o temprano.

El mismo político que sacó a las tropas de Iraq las metió en Afganistán por la puerta de atrás. El mismo político que no se levantó ante la bandera de Estados Unidos para criticar la invasión de Iraq ahora sale en televisión afirmando que el terrorismo de estado es justificable porque gente como Bin Laden se lo tiene bien merecido. El mismo político que decía que gobernaría para el pueblo sólo tiene oídos para los banqueros y los grandes empresarios (ni siquiera para los pequeños). Y lo más preocupante de todo, el mismo político en que una izquierda más ideológica confió ahora espeta, sin vergüenza y con desprecio, que esas opiniones son «minoritarias», y da a entender que no merecen ser tenidas en cuenta.

Podría decir que la estrategia de Zapatero ha sido magnífica, porque no en vano ha conseguido lo que desde el principio se proponía y además con la complicidad de la izquierda institucional y de los grandes sindicatos. Sólo tras la llegada de Cayo Lara Izquierda Unida ha reaccionado, pero lamentablemente los sindicatos siguen pensando en términos de «gobierno amigo». Y al final nos ha metido un gol tras otro a todos y hemos perdido por goleada. Me parece que es una necesidad inexcusable hablar del PSOE como partido de derechas (aunque tenga base social de izquierdas) y declararlo enemigo de la sociedad hasta que, al menos, sufra una fractura como la del PSD alemán. Donde por cierto, había políticos de izquierdas con más valor que los políticos de izquierdas del PSOE que ahora agachan la cabeza y miran hacia otro lado.