Los economistas convencionales suelen justificar la privatización de las empresas públicas arguyendo que cuando son privadas resultan ser mucho más eficaces y eficientes en lo que a gestión del negocio y creación de empleo se refiere.

Estos mismos economistas no suelen prestar atención al hecho de que en los cuatro últimos años hayamos visto cómo centenares de bancos privados han tenido que ser nacionalizados o rescatados con dinero público. Para ellos eso no demuestra que la gestión privada puede ser menos eficiente o eficaz, e incluso catastrófica para el sistema en su conjunto. Para ellos esto ha sido un mero accidente que sigue sin invalidar la premisa -indemostrable- de que lo privado es preferible a lo público.

No obstante el debate siempre ha tenido trampa. A la típica pregunta de si es mejor o peor una empresa pública o una empresa privada es necesario responder con otra pregunta: ¿mejor o peor para quién? ¿quién se beneficia de una privatización y quién sale perdiendo?

Hay que entender que las empresas producen beneficios y que hasta no hace mucho esos beneficios eran una parte importante de los ingresos del Estado. También pueden darse pérdidas, por supuesto, pero por lo general las empresas que se privatizan son precisamente las que dan beneficios. Y tiene toda la lógica del mundo: ¿qué empresarios están dispuestos a quedarse con una empresa con pérdidas?

Tras anunciar hace unos meses su privatización, el Estado acaba de recordar que Loterias y Apuestas del Estado saldrá a bolsa en octubre. A final de año esta empresa, especialmente rentable, será ya propiedad de accionistas privados. Y eso quiere decir que los beneficios que antes entraban en las arcas del Estado, para financiar banalidades como la educación o la sanidad pública, ahora irán directamente al bolsillo de lo que en economía se llama capitalistas financieros (bancos, fondos de inversión, multimillonarios, etc.).

Quizás la buena noticia es que si antes teníamos que pasarnos días rasgando la superficie de las teorías y debates para poder demostrar que en realidad el objetivo último de una privatización es malvender a unos pocos lo que en realidad es de todos y a todos beneficia, ahora ese proceso es prescindible. Ahora las privatizaciones son tan claras que no hay argumentación liberal que pueda justificar lo que técnicamente podríamos llamar un robo o estafa. Basta ver el ejemplo de Loterias y Apuestas del Estado para comprobarlo.

Según la nota de prensa el presidente de la empresa en proceso de privatización «expuso más de una decena de razones para invertir en Loterías, entre las que se encuentran que es una «empresa conocida, apreciada y cercana», que es «líder en la generación de resultados netos», tiene unos «beneficios estables» y dedicará un «alto» porcentaje a dividendos, los cuales además se estudia repartirlos mensualmente.»

El presidente de la empresa está reconociendo que la empresa es muy rentable para el Estado (y ahora lo será para los propietarios privados) y que además los beneficios que antes se dedicaban a reforzar el Estado del Bienestar ahora se distribuirán en forma de unos dividendos (remuneración a los accionistas) que además serán muy generosos. Toda una declaración de intenciones.

Actualización (14:35): Apenas un rato después de escribir esta nota leo que la ministra de economía, Elena Salgado, ha dicho que esta operación no se hace para reducir el déficit sino para aumentar la eficiencia de la empresa. Esto pone en entredicho muchos de los argumentos de quienes defendían esta privatización en concreto, ya que defendían que era necesario obtener recursos rápidamente para pagar los intereses de la deuda pública. Era curioso que no mencionaran otras formas posibles de incrementar ingresos sin tener que vender una empresa rentable, pero más aún lo es que la ministra les tuerza el argumento reconociendo que es una operación para mejorar la eficiencia. Aunque donde dice eficiencia yo diría rentabilidad privada.