En los comentarios del anterior post han salido algunas cuestiones sumamente interesantes. Una de las mismas aludía a la supuesta «moralidad» del capitalismo, en alusión a la existencia (en mi opinión) de una determinada dinámica de funcionamiento que expropia los aspectos morales de este sistema económico. El tema, como es lógico, es de importancia suprema.

Como yo mismo decía allí, partimos de la base de que el capitalismo es un sistema económico diferente al feudalismo o al socialismo (en cualquiera de sus formulaciones) y que esa diferencia reside en su distinta lógica de funcionamiento. El capitalismo es un sistema que cambia en el tiempo, y lo hace a partir de una senda marcada por esa misma lógica. Pero, ¿qué lógica es esa?

Se trata de la lógica de la rentabilidad, medida ésta a partir de la tasa de ganancia (la relación entre los beneficios y el capital invertido), que en sí misma no es otra cosa que el motor del capitalismo. Recordemos que el capitalismo es un sistema que necesita crecer y crecer de forma continuada, ad nauseam, y ello se consigue únicamente a partir de la reproducción de la actividad productiva.

El mecanismo básico es el siguiente. Una empresa invierte una determinada suma de dinero en comprar máquinas y «alquilar» trabajadores, inicia la producción, y procede a venderla. Si las ganancias derivadas de las ventas han sido satisfactorias para la empresa (tasa de ganancia adecuada), y si se piensa que seguirán siéndolo en el futuro (tasa de ganancia esperada), entonces el proceso continúa. En ese caso las ganancias se dedicarán a reinvertirse (compras nuevas y mejores máquinas, formación trabajadores, más trabajadores, ampliar la escala de producción, etc.) y así reiniciar la actividad. La competencia es la palanca que anima que las ganancias se reinviertan en la actividad productiva y no se dediquen a otra cosa (por ejemplo, al derroche en beneficio de los propietarios).

Entonces tenemos tres elementos cruciales, dos ya mencionados arriba y otro más que estaba implícito. Son la rentabilidad, la competencia y el mercado. Esos tres elementos, y sus interrelaciones, son básicos para entender el funcionamiento del sistema económico en que vivimos.

La forma más sencilla de visualizar todo esto es atender a ejemplos reales. Uno habitual es el de las grandes empresas farmacéuticas. En particular, es interesante comenzar preguntándose por qué sólo el 1% de las investigaciones farmacéuticas mundiales se dedican a enfermedades que afectan a África, el continente más necesitado en la búsqueda de soluciones en materia de salud.

La respuesta la dan los tres elementos antes mencionados, en conjunto. ¿Hay un mercado suficiente en África? Es evidente que no. La capacidad adquisitiva de la población es muy reducida, y eso lleva a que la tasa de ganancia en ese sector y en esa región sea insuficiente. Ninguna empresa capitalista invertiría millones de dólares en producir un medicamento que luego no se va a vender. ¿Y por qué no hacerlo, aunque sea a pérdida? El tercer elemento, la competencia, lo explica. Cualquier empresa farmacéutica que, de forma individual, acometiera esas inversiones no-rentables tendría que aceptar mayores pérdidas (o menores beneficios) que sus rivales. Eso supondría una desventaja en el mercado global, por dos lados. En primer lugar porque tendría menor capacidad para reinvertir y mejorar sus métodos y maquinarias que sus rivales, quienes podrían en el siguiente período reducir los precios de los medicamentos que venden en otros mercados/regiones. En segundo lugar, porque en el capitalismo moderno-financiarizado las empresas tienen que responder ante los accionistas, quienes suelen mirar unos cuantos indices financieros y de ganancias. Unas cuentas financieras peores que la de los rivales animarían a los accionistas a moverse hacia esas otras empresas (¡precisamente porque esos accionistas buscan maximizar sus tasas de ganancia también!).

Así las cosas, las empresas capitalistas se comportan de forma impersonal (respondiendo a la lógica del sistema) y no de forma moral. Los directivos de las multinacionales no toman esas decisiones por ser malvados, sino porque tienen funciones -en tanto que capitalistas- que cumplir. Lo mismo dije en un comentario anterior, pero con otro ejemplo (el uso de los paraísos fiscales -o de las hipotecas subprime- por los grandes bancos).

Cierto es, sin embargo, que es posible generar nichos de mercados (al fin y al cabo hablamos de una lógica de tipo subyacente: siempre está ahí y aunque dentro del capitalismo nunca se podrá hacer del todo, también hay márgenes para dominarla). Es el caso del dilema de la banca ética. Su función es atraer depósitos, y por lo tanto competir con otras grandes entidades, pero dirigiéndose a otro mercado distinto: al ético, al de las personas concienciadas. Su viabilidad estará asegurada mientras ese mercado se mantenga y, con suerte, crezca, pero el mismo se le puede quedar pequeño muy pronto: ¿hasta cuándo puede dar tasas de beneficios tan altas y ofreciendo rentabilidades similares a la de otros bancos? Y eso sin contar con la aparición de otros competidores para ese mercado: otras entidades de banca ética. No es difícil ver que poco a poco tendrían que desplazarse hacia actividades menos éticas y, en general, intentos de ampliar sus actividades y, de esa forma, su mercado.

Pensar así, como un economista clásico, ayuda a comprender la lógica de funcionamiento del capitalismo. Y el modo más extremo de este comportamiento es el de las finanzas, que buscan maximizar sus tasas de ganancia en cualquier mercado financiero (con consecuencias en la economía real) y con movimientos muy veloces. Cuando un banco te ofrece un fondo de inversión con una rentabilidad del 3% es porque esa rentabilidad se obtiene en movimientos especulativos que ese fondo realiza en diferentes mercados financieros (acciones, bonos, deuda pública…) donde busca maximizar esa rentabilidad para poder competir con otros fondos de inversión (mientras los bancos compiten entre sí, en tanto gestores de los fondos, mediante la reducción de las  comisiones aplicadas a esos fondos).