¿Recuerdan la película El bueno, el feo y el malo? Pues la política actual, una vez filtrada por los medios de comunicación, se parece cada vez más a aquella obra del género western. Al menos esa es la impresión que emerge tras leer determinados titulares de prensa. Es como si el terreno de juego político se hubiera no ya sólo convertido en un espectáculo sino que además incluyera directamente a los pistoleros del viejo oeste.

– ¿Qué le pareció a usted el debate a dos entre Albert Rivera y Pablo Iglesias?

– Desde luego un sano ejercicio democrático, pero con demasiadas sillas vacías. Lo adecuado es promover debates con más participantes.

– Y, dígame, ¿le hubiera gustado a usted participar? ¿Quiere usted un debate con todos los candidatos?

– Por supuesto, como candidato y como economista me hubiera gustado poder decir muchas cosas que no se dijeron en aquel debate. Además, nosotros siempre hemos defendido debates con múltiples candidatos.

– ¿Y le gustaría debatir concretamente con Pablo Iglesias?

– Por supuesto, como con todos. Para que la gente pueda contrastar programas y propuestas. Y que vote en consecuencia.

Esta conversación no es imaginaria. Se ha producido varias veces a lo largo de la última semana en el marco de entrevistas que he tenido con diferentes medios de comunicación. Pero los titulares que se han construido han sido muy distintos entre sí. Uno de ellos es representativo de los tiempos que vivimos: “Alberto Garzón desafía a Pablo Iglesias”.

Ya saben, como si yo estuviera en una colina, sombrero al viento y con la pistola medio desenfundada. Suena L’Estasi Dell’oro, de Ennio Morricone, que acompaña el lento desplazamiento de cámara que permite observar que al otro lado está otro pistolero, un tal Pablo Iglesias, que tiene que decidir en qué momento dar respuesta al duelo pendiente. ¿Quién no se siente atrapado por esa atmósfera espectacular? ¿quién no desea conocer el desenlace de la trama?

Ahora bien, la duda que emerge es: ¿por qué un periodista iba a titular así una información que tiene otros muchos enfoques posibles? Me parece sensato pensar que detrás está la lógica económica que vincula los beneficios empresariales del medio con la audiencia, a través de la financiación por publicidad. Dicho de otro modo: cuanta más audiencia, más publicidad y más ingresos. Pero seguimos sin resolver la duda original: ¿por qué da más audiencia titular así?

Algunos compañeros de prensa me dieron la explicación de muchos titulares en internet: el proceso SEO (search engine optimization). Este proceso, convertido casi en una industria que cuenta con sus propios especialistas, consiste en ajustar las noticias y artículos para que los buscadores –fundamentalmente Google- integren el contenido en las primeras posiciones de búsqueda. Para que, en definitiva, el usuario de internet lo encuentre con mayor facilidad. La clave es que los buscadores detectan las palabras más citadas en un determinado momento, y si estas palabras están incluidas en el titular entonces la noticia aparecerá entre las primeras tras una búsqueda. Hay otras variables que influyen, pero esta es la fundamental.

Así, cuando algo se convierte en moda aquellos que hablan de ese algo pueden obtener rédito económico. Por eso en este momento, y hasta que no cambie la moda, las palabras atractivas para un medio digital son Pablo Iglesias, Alberto Garzón y Podemos, por citar algunos ejemplos. Son palabras muy bien valoradas por los buscadores, de tal forma que un titular del tipo “Alberto Garzón dice que Pablo Iglesias defiende políticas de derechas” es mucho más atractivo –y rentable- que un alternativo –y más sensato- “IU presenta su programa económico, que es distinto al de Podemos”. Podría traer centenares de ejemplos que he sufrido, que sufrimos todos, en los últimos meses.

Ahora bien, conviene hablar también sobre las consecuencias políticas. Y es que los efectos de un tratamiento espectacular de la información política son evidentes. La gente conforma sus opiniones en relación a esas imágenes que les llegan a través de los medios. Pero es que los medios transforman a la persona en personaje, y es el juego que se establece entre personajes lo que define el campo actual de lo político. Dicho de otra forma, la imagen del político –el personaje- se construye fundamentalmente en los medios, y es con esa imagen con la que la gente se referencia. Pero al mismo tiempo el personaje no sólo se vincula a la ciudadanía que puede votarle (o no) sino también con otros personajes.

Es por esto por lo que decimos que la política se ha convertido en espectáculo. En detrimento de la ideología y de los debates serenos y rigurosos (¡de la deliberación!) se ha impuesto una concepción espectacular de lo político. Los programas han dado paso a los discursos, y las personas a los personajes. Y los personajes no son sino la representación, la imagen, de una persona que hace política. Al mismo tiempo, todo personaje va acompañado de una historia, de un relato, que no tiene por qué ser verdad sino sólo ser creíble y atractivo –para la audiencia, para la rentabilidad de los medios.

La creación del personaje es la verdadera batalla de la política del espectáculo. Los expertos en la materia recomiendan sus tácticas y sus relatos, e incluso cuando recomiendan naturalidad es para aparentarla. Y en esa batalla influye la lógica económica, cómo no. Así es como el relato “IU intentó la Unidad Popular para beneficio del país” puede ser rescrito como “Alberto Garzón se cabrea con Podemos porque Pablo Iglesias es su amigo y le ha dicho que no”.

Y a mi, qué queréis que os diga, no me apetece dejar que se cree el personaje que los medios y su lógica económica desean. No me resigno a recuperar la POLÍTICA -con mayúsculas-, haciendo honor a la famosa frase de Gramsci de que la verdad es siempre revolucionaria. Dejaremos los pistoleros a otros y haremos el camino que, aunque sea más largo, al menos nos lleva a alguna parte.

NOTA: Este tema ha sido ampliamente debatido en la academia, pero aprovecho para señalar que en el artículo hago referencia mezclada a dos patas del espectáculo que se interrelacionan pero que son diferentes: el sensacionalismo (que invita a poner verbos como «retar» o «desafiar» en vez de «querer debatir») y el comportamiento SEO (que es de palabras-moda).