Muchos de quienes participamos en el movimiento 15-M pensábamos que estábamos ante un cambio de época. Cuatro años después hemos constatado que, efectivamente, teníamos razón. Hoy han dejado de tener sentido las viejas certezas. Vivimos un tiempo en el que, como decía el filósofo Jonh Calhoun, entre lo viejo y lo nuevo surge «incertidumbre, confusión, error y salvaje y feroz fanatismo». Esos son nuestros tiempos, en lo personal y en lo político.

Es normal que la gente dude, pues todos somos humanos. Los antiguos mapas ya no iluminan nada. Pero es precisamente ahora más necesario que nunca que prevalezcan los principios y los valores. Son los cimientos de todo pensamiento político. Son el sostén de nuestra identidad, del quiénes somos. Es imposible predecir qué pasará en adelante, pero sí es posible garantizar que todo será mejor si nos mantenemos fieles a nuestros principios y valores. Nuestra sociedad, nosotras, lo necesitamos.