Publicado en Eldiario.es

Sin duda enfrentamos un tiempo de emergencia social. Los alquimistas de la ciencia social nos siguen empujando con sus recomendaciones hacia la barbarie. Empobrecen a los ya empobrecidos, y precarizan toda relación social a fin de que la máquina de hacer beneficios pueda seguir siendo lubricada con el trabajo ajeno. Nuestro entorno natural es depredado y las mujeres cosificadas y reducidas a simple mercancía. Los seres humanos perdemos nuestra condición de ciudadanos y pasamos a ser meros clientes de las grandes empresas transnacionales. La transformación económica no es sólo técnica sino que abarca todos los rasgos de la vida social. Todo cambia, y a peor para la mayoría social.

Nada nuevo bajo el sol, pues en el sistema capitalista cada crisis se resuelve con un amplio reajuste basado en empeorar las condiciones de vida –y especialmente las condiciones laborales– de la mayoría social. Se trata además de un fenómeno paralelo al enriquecimiento de una elite económica que es capaz de pilotar los cambios sociales a través de sus títeres políticos.

Y en España estos títeres políticos, meros siervos de la élite económica, cristalizan en el proyecto político del bipartidismo. Y es que, más allá de matices, PP y PSOE comparten un proyecto de transformación social. Singularmente en el momento político actual ambas organizaciones operan como el soporte político de las reformas impuestas por aquellos alquimistas de la ciencia social. A saber, del BCE, la Comisión Europea y el FMI.

Claro que, como en toda estructura formada por distintos componentes, siempre hay un eslabón más débil que el resto. Y a menudo, como ocurre en las obras de ingeniería civil, la caída de ese eslabón acaba suponiendo la quiebra de la estructura misma. Ese es el riesgo que se cierne sobre el bipartidismo español, es decir, que el incierto futuro del PSOE termine de cerrar las posibilidades de las reformas pensadas por los alquimistas.

La élite económica y política trata de cuantificar los daños ejercidos sobre ese eslabón débil y el conjunto de la estructura, y asimismo diseña todo tipo de medidas para minimizar los daños. Y es que su salida a la crisis, que es suya porque está diseñada por y para ellos, está en juego. Su recomposición económica exige pasar por encima de la mayoría social, que ya no es por más tiempo silenciosa sino gritona y rebelde. Así elaboran códigos penales regresivos que tratan de infundir miedo en los movimientos contestatarios, y diseñan leyes electorales que instauran una nueva aritmética variable a favor del proyecto bipartidista.

Pero mientras tanto, un contrapoder se va organizando. Poco a poco van cobrando fuerza proyectos políticos antagónicos. Proyectos de emancipación social.

Las asambleas ciudadanas se llenan de debates ilusionantes como nunca antes. ¿En qué país queremos vivir? ¿Cómo y quiénes lo transformaremos? Construir un nuevo proyecto de país, esa es la necesidad política. Así que lo que al principio fue un susurro y después se convirtió en un estruendoso grito amenaza ahora con convertirse en himno nacional.

Entretanto, también hay una nueva cultura política naciendo. Las raíces de esta nueva forma de entender la política se encuentran en muchas partes. La tradición republicana de participación política es sin duda una de ellas. Esa es la fuerza democratizadora que está empujando a muchas organizaciones a procesos de regeneración interna. La otra, la tradición socialista que emerge con fuerza en la defensa de lo público/común. En resumidas cuentas, ningún ciudadano sin acceso a los derechos básicos recogidos por la carta de los derechos humanos.

Pero la necesidad de un proyecto de emancipación para la mayoría social, que combata las intenciones de la élite económica y política y de sus alquimistas sociales, requiere el acompañamiento de una nítida intención política. Es decir, el tiempo histórico exige estar a la altura política.

No por más tiempo puede la izquierda abandonarse a la inercia de la historia. La izquierda tiene la obligación moral de aprovechar la oportunidad histórica para cambiar la historia misma. Para cambiar el futuro. Y ello impone una realidad incontestable: la unión de fuerzas en lo político, cultural y electoral es el instrumento imprescindible para lograrlo.

Al fin y al cabo, la confluencia se construye desde abajo. Se construye en la defensa de lo público y en la conquista de los derechos en las calles. En las huelgas generales, en las manifestaciones, en las mareas ciudadanas y en los piquetes. También se construye en lo cultural, compartiendo reflexiones y debates y aceptando en nuestra mente la posibilidad del éxito. Es decir, convirtiendo nuestra concepción del mundo, de ese otro mundo posible y necesario, en el sentido común de la sociedad. Pero también se construye en las instituciones públicas ya constituidas. Luchar juntos en las instituciones lo que luchamos juntos en la calle y en las ideas. Ganar las elecciones es el medio con el que buscamos construir un fin, que es el de transformar la sociedad. Un nuevo proyecto de país.

De ahí que estemos en condiciones de asegurar que la victoria pasa necesariamente por la constitución de un bloque democrático para la transformación social. Un bloque democrático que en lo político, lo cultural y lo electoral pueda frenar a la élite económica y política y pueda a su vez darle la vuelta a este mundo que, como escribió Eduardo Galeano, está patas arriba.

Nosotros no tenemos miedo, sino ilusión. Hemos creído siempre en el proyecto del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida aún cuando los espejismos económicos e ideológicos inundaban el panorama político. Cuando el proyecto bipartidista sentaba las bases de la Unión Europea neoliberal, nosotros lo combatimos. Cuando el bipartidismo consolidó las prácticas caciquiles y corruptas, nosotras las combatimos. Aún cuando otrora revolucionarios se sumaban a la proclama de que el fin de la historia había llegado, y pasaban a engrosar las filas del progresismo ingenuo, nosotros permanecimos ahí. Incrédulos con los cantos de sirena del sistema, desconfiados ante los avances electorales, nuestros principios y valores socialistas permanecieron inalterados. Lo hicieron antes y lo harán ahora, porque creemos firmemente en la necesidad y posibilidad de emancipación de la mayoría social. De emancipación frente al banquero, al rey, al patriarcado, al cacique y al capitalismo.

Nuestra tradición política lleva inscrita en su ADN la formación de bloques democráticos de contrapoder al poder. De bloques populares que frenen a la oligarquía que en cada momento histórico trata de arrebatarnos las conquistas sociales que arrancaron al poder nuestras madres y abuelos. Por eso tenemos claro que queremos aprovechar la oportunidad y convertir un momento de emergencia social en un momento de esperanza política para la mayoría social. Porque sí, se puede, pero sobre todo porque se necesita.