Coche 08, asiento 10A. Ayer en el tren, junto a una señora de unos sesenta años. Me reconoció y nos saludamos educadamente. Me puse a trabajar y así seguí hasta que pasada una hora aquella mujer me interrumpió. Me dijo que comprendía que con esas pintas –las suyas de ese momento- yo no le hubiera hablado pidiéndole el voto. Yo le miré extrañado y, por qué no decirlo, algo enojado.

Me explicó su teoría, que podía resumirse en que todos los políticos son iguales y que tratan de humanizarse hablando con la gente normal para convencerles del buen voto. Yo le respondí que para mí ser político no es ser un vendedor, sino que es algo que debemos hacer todos para defender nuestros principios y valores. Estuvimos una hora más debatiendo de filosofía política y economía. Una mujer muy preparada, pero vencida ampliamente por el descrédito de la política. De esa política mercantilizada. Un caso común.