Durante el siglo XX un brillante matemático inició, desde un enfoque ecológico, una demoledora crítica de la teoría económica. Georgescu-Roegen tendió puentes entre la economía y la termodinámica y la biología. Inauguró así la Economía Ecológica o, como él la llamaba, la Bioeconomía. Quizás la enseñanza fundamental fue la aplicación de la segunda ley de la termodinámica al ámbito económico, pues nos recordó que la energía al transformarse pierde su calidad y se degrada y ello disminuye sus posibilidades para el aprovechamiento humano. Esta constatación lleva a rechazar el capitalismo como sistema económico viable en el tiempo, pues requiere del consumo creciente de materiales y energía. Y el planeta no es infinito. No es posible, en definitiva, un capitalismo verde. Algunas medidas concretas pueden paliar el desastre medioambiental, y hay que defenderlas. Pero son insuficientes. Una plena concepción del problema, vital, nos hace tan ecologistas como anticapitalistas.