En el blog de Materias Grises se ha publicado recientemente un artículo, o nota, en la que se pretende demostrar dos cosas: a) que la distribución funcional de la renta (la que reparte la renta entre capital y trabajo) no cambia considerablemente a lo largo del tiempo, de lo que se deduce que las políticas económicas pueden hacer poco al respecto, y b) que eso es debido a una supuesta sustituibilidad perfecta de los factores de producción (capital y trabajo).

En este post de respuesta (bastante técnico, advierto) pretendo demostrar varias cuestiones. La primera, que la gráfica de Cives, el autor, es incorrecta y utiliza los datos erróneamente. La segunda, que enmendados los problemas metodológicos se obtiene que la distribución de la renta cambia a lo largo del tiempo, y mucho. La tercera, que esa variación no es debida a una pretendida sustitución perfecta entre capital y trabajo sino sencillamente al poder de negociación de los trabajadores y el marco institucional vigente en cada momento.

Distribución funcional de la renta

El Producto Interior Bruto (PIB) expresa el valor monetario de la riqueza generada en un período determinado de tiempo. Puede calcularse por tres formas generales: por el método del gasto (sumando consumo, inversión, gasto público y exportaciones netas), por el método del producto o valor agregado (sumando lo que añade de valor cada sector y restándole el gasto en consumo intermedio), o por el método de la distribución (sumando los salarios, los beneficios empresariales y los impuestos sobre producción).

Si usamos el último procedimiento lo que estamos haciendo es mirar la producción de un período y ver qué recibe cada sujeto que participa en ella. Los salarios y los beneficios son las rentas que reciben trabajadores y capitalistas, respectivamente, en la actividad productiva. Y los impuestos sobre la producción son los que se detraen de esa actividad y por lo tanto se los queda el Estado y no llegan ni a salarios ni a beneficios. El Instituto Nacional de Estadística calcula el PIB por las tres formas, y según esta última en el segundo trimestre de 2011 el PIB se compuso de la siguiente forma: 46’87% para remuneración de asalariados, 44’45% para beneficios empresariales (llamado excedente bruto de explotación) y 8’68% para impuestos sobre producción. Hay que notar que en la parte de beneficios empresariales se incluyen todas las rentas generadas por autónomos (se llaman rentas mixtas).

No obstante, es habitual usar el PIB al coste de los factores, que es otra forma complementaria de calcular el PIB. En este caso simplemente restamos los impuestos a la producción y sumamos las subvenciones recibidas por la producción. De esa forma el PIB nos queda como suma de Salarios y Beneficios. La participación de cada uno de estos componentes en la renta es de importancia crucial en la economía, como vimos detalladamente en este artículo.

Ahora bien, hay otra forma de mirar la distribución funcional de la renta. En vez de hacerlo directamente por el PIB se hace por otro indicador que es la Renta Nacional (RN), que además de tener presente lo que recibe cada uno por participar en el proceso de producción tiene en cuenta las rentas derivadas de la propiedad. Las rentas de la propiedad son los intereses, dividendos, rentas de la tierra, etc.). Así pues, la Renta Nacional se calcula como suma de:

RN = RemuneraciónAsalariados + ExcedenteBrutoRentasMixtas + ImpuestosNetos + RentasPropiedad

Y según el INE, está es la distribución que hay para el segundo trimestre de 2011: RemuneraciónAsalariados (48’11%), ExcedenteBrutoRentasMixtas (45’75%), ImpuestosNetos (8’04%) y RentasPropiedad (-1’92%).

La metodología importa

Cuando vi por primera vez la gráfica que puso Cives (que aparece a continuación) me sorprendieron varias cosas. La primera, el alto porcentaje de la renta que tenían los trabajadores (en torno al 70% del total), cosa que no había visto en mi vida para España como datos publicados por el INE -que oscilan entre el 45% y el 50%-. La segunda, que las rentas de la propiedad eran positivas (y muy positivas, de hecho). Y como puede verse en el párrafo anterior, las rentas de la propiedad son negativas según el INE.

Por esa razón pensé que Cives se había equivocado al obtener los datos. Pero no pude averiguar por qué, ya que no puso la fuente completa. Cualquiera que desee comprobar cómo los resultados del INE son distintos a los de esa gráfica puede ver este enlace directo que refleja la distribución primaria de la renta (la vía de la Renta Nacional). Y si se quiere ver el cálculo del PIB por las rentas se puede acceder a este otro enlace directo.

Mi percepción es que Cives ha podido coger erróneamente sólo los datos referidos a los hogares. El INE divide los datos en seis instituciones (sociedades no financieras, sociedades financieras, administración pública, hogares, instituciones sin fines de lucro y resto del mundo). Las rentas de la propiedad netas totales son negativas, pero no así para todos los sectores. Los hogares suelen tener rentas de la propiedad positivas. Son las instituciones financieras y sobre todo las instituciones no financieras las que empujan las rentas de propiedad netas totales hacia posiciones negativas. Y eso es resultado de un mayor gasto en intereses, dividendos, etc. que de ingresos en esos conceptos. Los datos de todo esto están aquí.

¿Cambia la distribución a lo largo del tiempo?

Lo más adecuado para valorar la distribución funcional es, según la literatura especializada, observar el PIB al coste de los factores. De esa forma dejamos sólo la parte salarial y la parte empresarial. Pues bien, mientras Cives asegura que es un hecho estilizado la no variación de la distribución funcional en España… los artículos académicos lo niegan.

Como se puede comprobar, no hay nada menos estilizado que la estabilidad de la distribución de la renta en España (y en otros países, pero no es el caso).

Si acudimos a otra fuente estadística, como la Comisión Europea (que calcula los datos con otra metodología) veremos que la tendencia es la misma y en absoluto representa estabilidad. El gráfico es mío y lo expliqué en este artículo.

Eso es lo que explica que la propia Comisión Europea, la OCDE y el Fondo Monetario Internacional hayan tratado de explicar por qué varía la distribución funcional de la renta (hecho consumado que lógicamente aceptan). Para ver un repaso a estos estudios, junto con una crítica a los mismos (a sus conclusiones), merece la pena leer este artículo académico (inglés).

¿Por qué varía a lo largo del tiempo?

Los organismos internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como economistas asociados a la escuela de pensamiento más neoclásica, han señalado que el principal motivo de esta evolución es el cambio tecnológico. En concreto, las nuevas tecnologías habrían modificado las relaciones entre capital y trabajo y habrían beneficiado ampliamente al primero a expensas del segundo, por una parte al incrementarse la proporción de capital usada en cada proceso productivo y por otra parte al reducirse la oferta de trabajos de baja cualificación y bajos salarios (lo cual supera el incremento de oferta de alta cualificación y altos salarios).

Otros economistas neokeynesianos han sugerido que las razones principales son la globalización de la producción y el descenso del poder de negociación de los sindicatos. El incremento de la competencia en un entorno de globalización estaría llevando a una tendencia hacia la igualación de los salarios a nivel global, mientras que paralelamente fenómenos asociados a dicha globalización (como la deslocalización) estarían dañando seriamente la capacidad de negociación de los sindicatos y, por ende, su capacidad de influir en la determinación del salario.

Por último, y más en mi línea, otro fenómeno que suele ser señalado es la globalización financiera o, como es más conocida en la literatura económica, la financiariarización de las economías. Según esta perspectiva, los cambios acontecidos en la economía mundial desde los años ochenta habrían modificado las relaciones entre economía real y economía financiera, y en particular habrían alterado la distribución de poder dentro de la empresa moderna en favor de los accionistas. Todo ello habría conducido a una orientación muy distinta de la empresa, ahora más preocupada por los beneficios a corto plazo que por el crecimiento a largo plazo y la búsqueda de un equilibrio con las organizaciones sindicales.

La posición que mantiene Cives es profundamente neoclásica, pero además excesivamente simple. Él, que ha estudiado todos los modelos de crecimiento económico neoclásicos, ha dado por buena la función de producción Cobb-Douglas y por lo tanto la perfecta sustituibilidad de los factores. En resumen, Cives da por buena la teoría neoclásica de la distribución, la cual asegura que cada factor (capital y trabajo) recibe una remuneración de acuerdo a su productividad marginal. Pero todo ello conlleva aceptar que vivimos en un libre mercado perfecto y que efectivamente los salarios se determinan por la productividad marginal (además de que supone negar la controversia de Cambridge, que deslegitimó dicha teoría).

En la práctica y en la vida real los salarios se determinan en última instancia por la relación de fuerzas que existe entre asalariados y empresarios. Ningún empresario calcula las productividades marginales para determinar trabajos sino que valora cuál es su posición de dominio y cuánto están dispuestos a aceptar sus trabajadores (en un entorno de competencia imperfecta). Los sindicatos juegan un rol crucial al fortalecer la capacidad de negociación de los trabajadores, incrementando los salarios y por lo tanto la participación salarial. Y los mecanismos de la globalización financiera juegan el rol inverso: destrozan la capacidad de negociación de los trabajadores. Las leyes y reglamentaciones de inspiración neoliberal (especialmente las referidas al mercado de trabajo) acaban por golpear ese poder de negociación. Es lo que explica que en momentos de auge sindical (por ejemplo en la II República) la participación salarial suba, que en momentos de crisis (con aumento del desempleo y por lo tanto presión a la baja de salarios) la participación salarial baje, y que tras los años ochenta no hagamos más que ver cómo cae la participación salarial.