En el acto de Paris (6 diciembre) pudimos comprobar cómo la emigración española también tiene su salto generacional. La sala estuvo abarrotada -todo un signo de los tiempos. Y aunque entre el público había compañeros italianos, alemanes y franceses, entre otros, la inmensa mayoría de los asistentes eran españoles emigrados. Lo significativo, no obstante, es que estaban presentes sólo dos generaciones: la de quienes emigraron en los años sesenta/setenta y la de los jóvenes que emigran ahora como consecuencia de la crisis. Es decir, los abuelos y los nietos.
Si tenemos presente que los relatos vitales construidos por la Cultura de la Transición se resumían en aquel «viviréis mejor que vuestros padres», debemos asumir que estamos ante una brecha cultural enorme. Ante una falla en el sistema. Y es que más que como nuestros padres, estamos viviendo como nuestros abuelos.
El gran error que cometimos (tengo 62 años) fue caer en las garras del sistema y como consecuencia, corromper y mercantilizar todas las relaciones humanas. Así, os hicimos creer que ese vivir mejor, se concretaba en consumir mas.
Ciertamente una situación económicamente complicada que no hemos sabido resolver…
Cuando la tierra se agota, agrietada, hay que regarla con el sudor del cambio, fertilizarla, para que sus hijos puedan comer y vivir.