Siguiendo el debate iniciado hace unos días sobre metodología, muchas otras opiniones han aparecido en escena recientemente. Así, Citoyen respondió defendiendo su concepción de «La ley de la gravedad»; Egócrata escribió «Sobre la maldad de los métodos»; Lüzbel se metió en el debate también con una visión desde la psicología; y Jose Rodriguez también se sumó aportando su enfoque particular desde la física. Pero, entre todas las nuevas publicaciones, el nuevo escrito de Citoyen sobre «El médico y el economista» refleja, en mi opinión, perfectamente el quid de la cuestión y las consecuencias de aceptar cierto discurso.

Basta leer cómo Citoyen termina comparando a los economistas ortodoxos con los médicos, y a los economistas heterodoxos con los curanderos, para comprender la imperiosa necesidad de responder a dicho razonamiento. Citoyen cree, de hecho, que debe existir un sistema para regular la profesión. Esta idea tiene, claramente, una carga autoritaria que salta a la vista y que es urgente combatir. Por el bien de la sociedad y, en particular, de la ciencia social.

Citoyen reconoce en su nueva entrada, ahora de forma explícita, que la economía no puede predecir los fenómenos de la misma forma que sí puede hacerlo, por ejemplo, la física. Que somos seres humanos, y no partículas, nos comenta. Sin embargo, y he aquí el primer obstáculo que encontramos en su razonamiento, el método científico que realmente utiliza no tiene otra intención que la de imitar a la ciencia exacta. El individualismo metodológico requiere reducir la condición humana a partículas homogéneas para poder tratarlas. Como decíamos el otro día, el IM requiere que existan unas leyes del comportamiento humano que determinen las acciones de los individuos, es decir, de forma más o menos estricta se requiere que los seres humanos sigan pautas de comportamiento idénticas: bien que siempre maximicemos (la idea básica de que mejor más que menos), bien que persigamos fines egoístas (normalmente redefiniendo previamente el concepto de egoísmo haciéndolo válido para toda situación posible), etc. Porque de otra forma no sería posible modelizar, por ejemplo, en teoría de juegos. ¿Cómo vamos a poder predecir lo que hará la gente a la hora de responder a incentivos si no sabemos antes cuál es su dinámica general de comportamiento? Pues lógicamente porque detrás de todo esto existe una concepción reduccionista del ser humano que nos permite meter a todos los seres humanos en un mismo saco, de la misma forma que un físico necesita manejar partículas con características idénticas.

En definitiva, Citoyen reconoce algo que luego no emplea en su método científico. Si la Economía no es como la física, no podemos usar los mismos métodos. Y menos aún, desprestigiar análisis estructuralistas por, sencillamente, no adaptarse a los «estándares científicos ortodoxos».

Según Citoyen, «todos debemos respetar unos estándares científicos como que las teorías deben ser contrastables, describir la realidad y sobre todo, precisas, coherentes y suficientemente lógicas». Descrito así, no puedo sino estar de acuerdo. Aunque no estoy tan seguro de que el método de Citoyen pudiera validarse en su propia afirmación. Por ejemplo, ¿describe la realidad la pauta de comportamiento general antes descrita? ¿siempre? ¿o es más bien un reduccionismo barato con el que jamás se atreverían las ciencias exactas?

El IM requiere también, y necesariamente, leyes atemporales y universales. Es decir, que todo se pueda aplicar indistintamente del contexto y tiempo en el que sucede un fenómeno social. Que los ciudadanos de una sociedad primitiva describan comportamientos básicos idénticos a los de la sociedad industrial capitalista. Y, por extensión y en aplicación del IM, se asegura que las políticas económicas que se derivan de un modelo determinado son válidas en todo sitio y momento. ¿Y es cierto? En absoluto. Pero dejo esta línea abierta, pues de momento sólo me interesa revelar el carácter atemporal y universal que subyace al IM y que lo deja en evidencia ante la propia descripción de rigor científico de Citoyen porque, sencillamente, no refleja la realidad. Un cuerpo físico caerá desde un edificio aquí y en Lima, ahora y hace mil años. Con la ciencia social no es así.

Citoyen reconoce lo anterior cuando afirma que «en ciencia uno intenta descubrir regularidades empíricas. Cuando uno trata con seres humanos esas regularidades son más escasas». Según él, son más escasas pero las hay. A continuación de lo anterior dice que «hoy sabemos muchas cosas que antes no sabíamos; sabemos que el proteccionismo no funciona-casi nunca- sabemos que la economía centralizada tampoco funciona, sabemos que bajar los precios por decreto tampoco funciona, que cuando los tipos de interés bajan demasiado hay inflación, etc» , lo que serían ejemplos de regularidades. Conclusiones radicales y ni una sóla mención a lo que pueden ser los factores que modifiquen el entorno de tal forma que se anulen las «leyes económicas» que él mismo suscribe. ¿Es siempre cierto lo que dice? ¿Tal vez nunca? ¿Depende? ¿Y de qué depende?

¿Por qué el proteccionismo no funciona? Inglaterra y EEUU se industrializaron gracias a una fuerte política proteccionista, la misma que niegan a los demás ahora, de modo que me extraña que podamos decir tan a la ligera que no funciona. Japón intervino en la economía en los 60 de tal forma que incluso determinaba a qué sectores debían prestar los bancos, y así logró alcanzar su progreso económico. Si eso no es funcionar… La antropología moderna ha demostrado que las sociedades primitivas vivían en la abundancia y que en modo alguno buscaban crecer y crecer, impulso moderno donde los haya. ¿Dónde deja eso la modelización económica y las leyes atemporales?

Citoyen luego pasa a comparar la actividad profesional de los médicos con la de los economistas, estableciendo un simil peligroso. Es interesante lo que dice, pero engañoso. Es cierto que el objetivo abstracto de ambos es el mismo, es decir, analizar fenómenos y proponer soluciones. La diferencia fundamental, no citada en ningún momento en la exposición de Citoyen, es que una vez has descubierto un resfriado tienes diferentes formas de remediarlo (o no, no soy médico) pero en esencia siempre será el mismo resfriado. No cambian las características generales de la enfermedad, como sí ocurre en la ciencia social.

Supongamos que nuestra enfermedad, para aceptar el simil, es el subdesarrollo de un determinado país. El médico-economista de Citoyen analiza el fenómeno y revisa el historial de su hospital (pongamos colegio de economistas, o base de datos histórica de cualquier facultad de económicas), en busca de casos previos del mismo problema. Y vemos el caso de Inglaterra, en primer lugar, de modo que revisamos toda la literatura. O el de la URSS, que era otro enfoque para resolver el mismo problema (en teoría). Como percibimos que estamos ante el mismo problema (subdesarrollo) y tenemos un ejemplo histórico de industrialización, pensamos en aplicar las mismas medidas económicas y políticas. ¿Y con qué nos encontramos? Pues con las políticas que hasta esta década promulgaron el Banco Mundial y el FMI, entre otros. ¿Han funcionado? No. ¿Por qué? Fundamentalmente porque los problemas no eran los mismos: las características estructurales han sido para cada caso esencialmente diferentes, de modo que muchas veces incluso empeoraban la enfermedad. Más concretamente, si actuamos así ignoramos las características institucionales, históricas y en un sentido más general, sociológicas.

En definitiva, el proceder del médico y del economista es fundamentalmente diferente. Decir que los médicos y los científicos sociales comparten el tener un «conocimiento relativamente bueno de por qué ocurren las cosas» y de tener «un problema: a la hora de hacer diagnósticos, tenemos que interpretar un conjunto de síntomas que son sólo variables imperfectas de lo que está realmente ocurriendo» es innecesario. Se puede decir también de los fontaneros, de los profesores, de los informáticos y de un señor de la limpieza. La diferencia básica entre nuestras profesiones, insisto, es la descrita en las líneas anteriores: la repetición de los fenómenos revela que en el caso de la economía su solución depende radicalmente del contexto y tiempo histórico. Cosa que no ocurre ni con los fontaneros ni con los físicos ni con los médicos.

Por lo tanto, si hacemos caso a la propuesta de Citoyen y excluimos a los economistas heterodoxos por ser simples «curanderos», estaremos haciendo un daño irreparable a la ciencia, en tanto que tal y no como instrumento del poder, y a la sociedad, en tanto que no conseguiremos respuestas válidas a los problemas reales.