Desde la semana pasada tengo colocada en el menú de la derecha una encuesta para «evaluar» en la medida de lo posible con qué escuela de pensamiento económico se identifican los visitantes de esta página. Los resultados hasta el momento parecen lógicos de acuerdo a la naturaleza del blog -más de la mitad de los que han participado se identifican con la escuela marxista- y, sin embargo, a mí me están sorprendiendo muchísimo. Aunque muy gratamente.

Mi sorpresa tiene explicación. Esta bitácora lleva más de cuatro años activa -aunque de forma irregular-, y desde entonces las dos únicas formas que he tenido para saber algo acerca de los visitantes han sido por un lado la cuantificación simple de las visitas y, por el otro, los comentarios que se escribían en el blog. A través del número de visitantes no podía nunca inferir la ideología de los mismos, pero a través de los comentarios sí conseguía darme cuenta de algo: la mayoría de los comentaristas eran, por decirlo de alguna forma, «adversarios ideológicos».

Supongo que por reacción a lo que yo escribía, pero en todo este tiempo la norma ha sido siempre recibir sobre todo comentarios críticos y escritos, fundamentalmente, desde una perspectiva liberal. No obstante, muchos de estos comentarios -incluso algunos redactados con ánimo destructivo- han sido altamente productivos y me han servido para ver aspectos del análisis que había dejado al margen o para alimentar debates que me han forzado a tener que profundizar mis conocimientos en los diferentes temas tratados. En esta página hemos debatido con educación y rigor en numerosas ocasiones, incluso entre posiciones ideológicas que jamás podrían encontrar puntos clave en común. Por otra parte, y como es de suponer, también he recibido  tanto comentarios sin sentido que desviaban las cuestiones importantes del debate como comentarios insultantes y directamente denunciables.

En cualquier caso, como consecuencia de esta dinámica había llegado a pensar que estaba escribiendo únicamente para un público hostil, algo que he de reconocer me ha desalentado bastante siempre. Y es que uno de los objetivos principales de este blog no es aumentar mi formación -es obvio que hay mejores formas de hacerlo- ni alimentar debates entre escuelas de pensamiento -no me siento legitimado para hacerlo- sino transmitir a un público receptivo todo conocimiento que aprendo y que me parece de utilidad política práctica. En el campo que me muevo eso significa que procuro trasladar, en la medida de lo posible, mi formación como economista a los militantes de izquierdas para que entre todos nos dotemos de herramientas para la transformación social. Todo lo demás es, para mí, secundario.

Por esa razón inferir a partir de la naturaleza de los comentarios recibidos, como hacía hasta ahora, el perfil de mis lectores me producía cierta frustración. Comprobar ahora, con la encuesta a la que hago alusión pero también a partir de algunas entradas pasadas, que la realidad es probablemente la contraria me anima a continuar con esta filosofía arriba descrita.

No se trata de negar el debate ni de prohibir la entrada a las ideologías distintas a la mía, ni mucho menos, sino de reconocer públicamente un error de apreciación que era básico en la medida que influía en la pregunta que todos los «blogeros» nos hacemos: ¿para qué este blog? Al fin y al cabo, es un tiempo que dedicamos y que, como diríamos los economistas, tiene un coste de oportunidad que puede llegar a ser muy alto. Saber responder bien a esa pregunta es una de las claves para mantener la actividad, y no estar satisfecho con la respuesta es, probablemente, el principal motivo de la inactividad.